LA FIESTA

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     Akila aún seguía con Blas en aquella fiesta, más precisamente en la terraza un poco solos —dado que había algunas personas.

—Akila... fui a hablar con un profesional.

—¿Para qué? —frunciendo su ceño— ¿Fuiste a ver lo demente qué estás?

—En realidad fui por ti.

—¿Por mi?

—Por lo que te ocurrió la otra vez, él dijo que... 

—Blas!, por favor hablemos de lo que tú quieras pero no de eso, yo estoy bien, no quiero recordar ese día ni lo que llevó a que actuara así ese día, te agradezco que lo hayas hecho y que te hayas preocupado por mi, en serio, es un muy bonito gesto de tú parte... sólo que no quiero recordar.

—Está bien, será como tú quieras, no quiero presionarte, pero estoy aquí si me necesitas, tienes mi número, puedes llamarme.

—Pero si tú me haces ese favor yo no sabría como pagarlo, no hablo de dinero, me refiero a que no estoy acostumbrada a este tipo de cosas, es... es mejor que no acepte tú ayuda, me sentiré mejor —intentó irse pero él la tomó de su mano— ¿Qué? 

—No lo hago por querer algo a cambio, aunque no niego que me gustaría poder compartir nuestras vidas, siento interés en ti, en tú forma de ser y en como sonríes, pero aunque sé que tú no sientes lo mismo, no me importa, igual te ayudaría, porque quiero verte feliz, créeme, no quiero nada a cambio —luego de eso se fue dejando a Akila sola pensando.

     Blas se sentó en un sillón dentro de la casa donde no podía oír el sonido de la música.

—Hermano! —exclamó Hardin llegando hasta él.

—Woo, comprendo que me hayas extrañado pero no exageres, no puedes ir por la vida gritando, Hermano! —intentando imitar su voz cosa que claramente no le salió muy bien.

—No es gracioso, si buscabas que riera- cruzado de brazos frente a él.

—No busco eso, me peleé con alguien, no quiero hablar.

—Pero necesito tú ayuda, Por favor Blas! —cayendo de rodillas.

—A ver a ver ¿Qué es eso tan importante?

—Una chica, mi dilema.

—¿Por eso me molestas?, Hardin!

—Lo sé, pero en serio me siento mal por ella.

—¿Qué hiciste? no hace ni un día que llegaste aquí y ya metido en embrollos.

—Mira, yo no la vi, pero ella se tropezó por mi culpa y cayó al lodo, se fue llorando, la hice llorar, —sé que tú la trajiste porque tú la conocías, anda, ayúdame.

—¿Y yo cómo te ayudaría?

—Dime donde vive, pásame su dirección, yo arreglaré el resto, anda, di que sí.

—¿Tan importante es ella para ti? no la conoces aún.

—No es el punto, no es el conocerla o no, pero se fue llorando de mi fiesta y no sé como enmendar mi error.

—No comprendo absolutamente nada del todo tú cínico plan, pero te diré donde vive, su nombre es Annipe Tolier, es hermana de... no importa, sólo te diré donde vive.


     En la pequeña mansión: 

     Los rayos del sol comenzaron a iluminar el cielo, o al meno el techo de la habitación de Anat pintado como si fuese un cielo.

     No quería levantarse, no tenía ánimos, había salido abruptamente de la fiesta con su bobo corazón hecho pedazos.

    Aunque no quisiera comenzaba a sentir algo por él, por aquel sujeto con el que se sentía segura, pero los recuerdos la invadían, ella estaba en la fiesta, él también, pero él besaba a otra mujer que no era ella, la sujetaba de la cintura y ella a él de su cuello, eso sólo le decía una cosa, era hora de alejarse de él aunque duela, es lo mejor por ahora.

     Asenath decidió que lo mejor era no reprocharles a ninguna de sus hermanas lo ocurrido esa noche.

     Si bien estaba muy molesta con Akila por dejar a su hermana menor en taxi a plena noche no quería estresarse, en un gran modo Pol tenía razón, aquella vida dependía de ella, por lo que se encargaría de ser feliz, hasta donde se pueda.

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