7. Mitad y Mitad.

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Margot Rousseau.

Fin de semana. Un suspiro salió de mis labios al saber que no tendría que levantarme temprano ni prepararme para las clases, aunque en el tiempo libre no había mucho por hacer, no había entretenimientos ni nada parecido, solo descansar. Diversas compañeras tenían permiso por la alta jerarca de salir algunos fines de semana con su familia, opción que no se ganaba de la noche a la mañana, decían que esto solo se le podía cumplir si tus notas sobresalían o pedir un permiso con tiempo y no es como que yo quisiera eso de todos modos, pasé once años de mi vida en el fracaso y desgracia gracias a mi bisabuela, que el pensar nuevamente estar en una habitación con ella me causaba mareos y malestar.

—¡Llegamos! — brinqué de susto cuando escuché la puerta abrirse y oír gritar a Alejandra—. Aquí estamos para hacer su día más lindo.

— Sal de aquí — volteé hacia la cama de Rebeka, ya se encontraba ahí tirándole una almohada a Alejandra, mientras la rizos y la pelirroja se reían.

— Auch — dramatizó —. Y yo queriéndote alegrar el día. Que malagradecida

— Malagradecida serás tú, estoy controlando mis ganas de echarte de aquí a patadas. Deja dormir — reí levemente, despertar de esta manera era bastante divertido.

— Margot, di algo — todas voltearon hacia a mi.

— Yo ya estoy despierta así que…

— ¡Margot! — la morena me miró con los ojos abiertos y negó—. La traición.

Las chicas planearon ese día hacer un pequeño picnic en el patio, cada una tenía que pedir algún aperitivo para llevar. Por lo que había escuchado Marcela tenía permiso de salir, entre todas Nohelia y ella tenían notas sobresalientes pero ninguna quiso irse, los padres de la rubia según estaban en un viaje de negocios y eso significaría que Nohelia estuviera todo el día con su nana en la casa, por otra parte Marcela decía que el estar en su casa no era sinónimo de tranquilidad, explicaba que sabía de antemano que al llegar, lo primero y lo único que harían en su estadía seria preguntar y querer averiguar cómo le iba en sus exámenes, etc.

— Hola tú, otra vez — sonreí ante el dulce tono de Antonia.

— Buenas tardes, señora Antonia.

— Deja de decirme señora— negó con la cabeza— ¿Hoy que te apetece?

— Pues, no se la verdad, mis amigas y yo haremos un picnic afuera y no sé qué debería de llevar.

Antonia me miró con ternura y asintió
.
— Quédate aquí. Yo me encargo — hizo una señal de pausa y se fue.

De repente sentí a mis espaldas que me miraban, hubo unos segundos que lo ignoré pero la sensación era tan intensa que me decidí girar, para mi sorpresa ahí estaban esos ojos grises mirándome fijamente sin expresión alguna en su rostro. Ella asentía a lo que decía su amigas pero no despegaba su mirada de mí, aquello causó un intenso nerviosismo en mi cuerpo. Desvié la mirada al escuchar la voz de Antonia llamándome.

— Aquí tienes pequeña — me ofreció una cesta, la abrí por curiosidad, mis ojos se ensancharon al darse cuenta que habían bastante cosas.

— Gracias seño…Antonia — reí con nerviosismo al observar como me miraba de manera acusatoria.

Salí de la cafetería al darme cuenta que no llevaba el mp3, estaba considerando la idea de llevarlo conmigo a todo momento, nunca lo utilizaba frente a nadie pero quería tenerlo a mi lado, traía lindos recuerdos de mis padres, por lo tanto aquel aparato subía mis ánimos.

Iba a entrar a la habitación cuando sentí de repente que alguien me tomó del brazo e hizo que retrocediera, golpeándome levemente con su cuerpo, divisé la mano en mi brazo y subí la mirada, esos ojos grises nuevamente, mi corazón empezó a revolotear y los nervios aumentaron, sus ojos parecían inspeccionarme pero sus facciones no demostraban ninguna emoción, era indiferente.

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