Ese lugar no era como ella se lo había imaginado, ni era siquiera parecido. Era una estructura elegante a simple vista, perfecta para compararla con la era moderna. Era una institución enorme, con paredes beige decoradas con varias ventanas a su alrededor. No era el típico edificio que daba miedo o causaba escalofríos al verlo, sino que emanaba elegancia y aristocracia.
— Hemos llegado — informó el hombre de mediana edad, bajando primero para abrir la puerta a la bisabuela y a la joven. Margot salió y observó detenidamente el lugar: zonas verdes rodeaban aquella estructura, la puerta que marcaba el comienzo del internado Lambert, una institución de gran prestigio y renombre. Ella nunca se hubiera imaginado entrando allí, ni siquiera como opción.
Al empujar las imponentes puertas, se escucharon varias voces, risas y algunas discusiones. Aquel lugar estaba lleno de estudiantes que iban de un lado a otro. Muchas chicas voltearon la cabeza hacia las tres personas, especialmente hacia la castaña de ojos azules. El señor las guiaba hacia donde se encontraba la máxima autoridad de aquel lugar.
La puerta estaba decorada con una placa dorada con el título "Directora" escrito en mayúsculas. La castaña miró nerviosa a su alrededor, viendo estudiantes que pasaban a su lado, y sus ojos se clavaron en ella con curiosidad.
— Pasen — pidió el hombre. La abuela pasó con una sonrisa en su rostro, mientras que Margot siguió sus pasos sin decir una palabra. Había sido educada bajo la regla de "Si no te piden tu opinión, no hables", y había cumplido ese mandato al pie de la letra.
Su mirada cayó de inmediato en una mujer de alrededor de setenta años, de cabello ligeramente oscuro y tono de piel similar a la porcelana. Vestía un vestido negro y tenía un semblante endurecido, lo que incomodó a la chica de ojos azules. A un lado de la habitación, había un hombre elegantemente vestido con un traje a medida. Su piel era clara como la leche, su cabello estaba decorado con una gran cantidad de canas y tenía una barba muy bien cuidada. Cuando el hombre volteó y sus ojos se posaron en la bisabuela, le dedicó una sonrisa irónica. Pero cuando sus ojos se encontraron con los de Margot, dio un paso atrás, mirándola asombrado.
— Que gusto verlos — saludó Amelia, la bisabuela—. Tiempo sin verlos.
— Lo mismo decimos— respondió con desgana la otra mujer mientras se levantaba de su escritorio—. Soy Ava Bridge, mucho gusto.
Margot no se había dado cuenta que le hablaba a ella y que su mano estaba extendida, Amelia tuvo que darle un pequeño empujón para que saliera de sus pensamientos. La ojiazul volteó y extendió su mano de igual manera para estrecharla.
— Soy Margot Rousseau, un gusto conocerla Señora Bridge— Ava asintió y retiró su mano.
— Tienes unos ojos lindos Margot— Se escuchó una voz masculina proviniendo de un lado de la habitación, todas las miradas cayeron en el—. Soy Felipe Harper. Encantado de conocerte al fin.
Margot frunció el ceño, mientras estrechaba la mano con aquel señor y este le propinaba un beso en los nudillos. Cuando aquel hombre se retiró sus ojos cayeron en Amelia, «¿soy yo o hay mucha tensión acumulada?» Pensó.
— Bueno, a lo que vinimos, Margot podrías retirarte unos segundos ¿Por favor?— dictaminó Ava, a lo que la castaña asintió.
¿Qué se supone que haga mientras? Se preguntó a si misma, vio los pasillos solitarios por lo que supuso que estaban todos en clases, el piso era de vinilo dándole un toque de clase. Se adentró más a los pasillos y se encontró con una puerta corrediza, sin negarse a su curiosidad la deslizó dando paso a ver la inmensa biblioteca que había en ese lugar, maravillada entró detallando los grandes y altos estantes llenos de libros, no podría contar si quiera cuántas historias habría allí, sin darse cuenta de lo que había delante se chocó contra una mesa provocando un chillido, Margot se movió nerviosa y miró hacia los lados verificando que seguía sola.
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Flower Art
RomanceMargot amaba el arte. Ivette amaba las flores. Margot tenía heridas que curar. Ivette se negaba a tenerlas. Una prefería no tener la atención de los demás, la otra lo tenía sin quererlo, solo por ser la nieta de la directora y dueña del internado. M...