9. Un sentimiento prófugo.

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Margot Rousseau.

Sabía que este era un lugar prohibido, estaba más allá del teatro, un lugar que, según Ivette nadie lo había explorado, estaba entre el montón de hojas y arbustos que rodeaban aquel lugar, de momento íbamos adentrándonos, no era necesario decir que este era un terreno con más de 2000 metros, por lo tanto había mucho territorio inexplorado. Nos rodeaban grandes árboles, no permitían el paso de la luz del sol, por lo tanto era un lugar bastante fresco. Escuchaba el canto de los pájaros, y de algunos saltamontes, este era un buen lugar para pasar el rato.

— Tu silencio no se si me tranquiliza o me desespera — para este momento ya Ivette había soltado mi mano, ella estaba delante mío quitando algunas ramas que se nos atravesaban.

— Solo estoy esperando a que lleguemos al lugar.

— Pues — se volteó y me regaló una pequeña sonrisa —. Bienvenida.

Ella quitó unas ramas más, entré y prometo que esto se acercaba al paraíso, el suelo se cubría de flores violetas produciendo una vista inigualable, los árboles eran tan altos que cubrían la luz solar pero uno que otro rayo de sol se introducía entre las ramas alumbrando el morado del suelo, a unos metros más adelante se encontraba una pequeña cascada, el agua que contenía este lago era cristalino, tan transparente como un diamante. Una sonrisa se postró en mi rostro, mi corazón daba saltos, no entendía como a la gente no le gustaba la naturaleza o por lo menos no se sentaban a admirarla, la paz y tranquilidad que se siente en un lugar como este es inigualable a cualquier otra cosa.

Mis ojos se desviaron a una manta que se mantenía encima de la flores, a un lado se encontraba una botella de jugo y comida, mire a Ivette quien solo miraba hacia arriba, me acerqué y di toques a su hombro para llamar su atención.

— Me gustó — exclamé sonriente.

— Lo sabía — rodó los ojos —. Eres de esas chicas cursis.

— ¿No te parece lindo?

— A mí me parece lindo y delicioso la comida que está siendo desperdiciada allá — apuntó.

— ¿Planeaste todo esto?

— No — evadió, caminó hacia la manta y se sentó.

— ¿Entonces por que todo parece arreglado y hecho a la perfección?

— Vine a tener un tiempo conmigo misma. Pero tú te tuviste que meter en medio.

— ¿Yo que tengo que ver? — pregunté confusa.

— Te veías aburrida de las clases, agradece que pude leer tus facciones y te estoy haciendo pasar un buen momento.

— Ivette...

Ella giró su cabeza hacia a mi y quedé encantada, sus ojos parecían una galaxia, mientras me acercaba a ella notaba que sus ojos grises tenían destellos azules, sinceramente...hermosos.

— ¿Si sabes que a mí me encanta estudiar, no? Por lo tanto nunca me aburriría de una clase.

— No mientas, lo leí en tu cara, está bien aceptar las cosas — finalizó la charla cuando empezó a comer unos de los tantos sándwiches que habían. Eso no tenía sentido, había mucha comida para solo una persona, yo creo que tenía planeado venir con sus amigas y ellas la dejaron plantada, o algo parecido. Me parecía más lógico.

Me senté a su lado mirando el lago, me sentía tan llena y tan complacida de tener esta vista frente a mis ojos, tener ojos en si era una bendición, me compadecía de los que no podían, de los que tenían la mala suerte de nacer ciegos, era una injusticia para ellos no poder ver las maravillas del mundo, de retener su visión, yo en lo personal odiaba que la gente pasara por tantas injusticias, todo el mundo debía de ser feliz.

Flower ArtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora