El sol brillaba con más ímpetu esa tarde, no había una pequeña brisa que refrescará los rostros desconocidos, algo que desechara el calor y la asfixia que se sentía.
Por lo menos había una pequeña sonriente con un helado en sus manos que parecía ajena a las miradas envidiosas que la rodeaban, muchos deseaban ser ella, claro, es fácil ser una niña de diminuta edad que no tiene ninguna responsabilidad o un deber que la haga correr de allí acá.
—Margot— se escuchó una voz prominente de unos metros más lejos de donde se encontraba la pequeña de cabello canela. La niña al reconocer la voz se acercó con pequeños saltos a donde se encontraba sus padres— ¿Qué te dije?
La niña agachó la cabeza e hizo un puchero, pensaba que la iban a regañar. Cuando notó que sus papás no hablaban, alzó el mentón encontrándose con aquellas dos sonrisas.
— Es hora de irnos cariño, recuerda que hay que visitar a la abuela— cuando el personaje particular salió de los labios de su madre, Margot arrugó el entrecejo e hizo una mueca de desagrado—. Nada de muecas, vamos.
En el camino mientras llegaban al lugar, Margot movía sus piernitas al ritmo de la canción que ambientaba el auto. Sus padres la miraban con ternura mientras se les formaba una sonrisa. Aquella castaña de apenas seis años era la alegría de sus corazones, era una niña obediente, llena de vida, solidaria, ayudaba en cosas mínimas, como por ejemplo cuando ayudó a su amiga a levantarse cuando se tropezó al caer del columpio y le regaló su merienda como ofrenda de consuelo. Esos ojos aguamarina estaban llenos de bondad.
—Mira quien nos espera afuera— Lilian, quien era la madre de la pequeña Margot volteó su torso para dedicarle una sonrisa a la niña quien no tenía buena cara al darse cuenta que habían llegado a la peculiar casa.
La niña bajó del auto con desdén, recorrió con la mirada y encontró a esa señora de corto cabello blanco con una que otra arruga en su rostro y un cuerpo que cualquier otra señora envidiaría, esperándola.
—Pero que niña tan linda veo— expresó la mayor al estar más cerca de Margot, la pequeña castaña sonrió forzadamente mientras recibía un abrazo de su bisabuela.
—Hola abuela— si, por mucho que fuera su bisabuela, la habían acostumbrado a decirle de aquella manera, aunque su abuela legítima haya muerto.
Pese a que la tarde no pasó muy cómoda para la niña, el haber comido galletas con un vaso de chocolate caliente hizo que esa incomodidad fuera más llevadero, sin embargo eso para su lamentar sería efímero. Delante de sus ojos de repente vieron como llamaban al celular de su padre y este con el pasar de los segundos empezó a respirar con dificultad, la niña veía y escuchaba, mas no era del todo consciente de lo que pasaba, de un momento a otro sus padres se despedían de ella, prometiendo que la buscarían al día siguiente, sin saber que capaz ese día no llegaría.
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— Margot— sintió como alguien la movía levemente y la llamaba con prepotencia. Al percatarse de quién era, siguió con el rostro enterrado en la almohada—. Margot, no te vuelvo a repetir que te levantes, ya se te está haciendo tarde.Cuando escuchó como cerraban la puerta, bufó y golpeó con puño cerrado el colchón. Se enderezó quedando con su rostro mirando hacia el techo, abrió los ojos, respiró, inhaló cerrando los ojos y luego se levantó «¡que alegría! Comenzar una nueva vida» dijo en su mente.
Momentos después de hacer el aseo matutino, notó sus maletas intactas a un lado de la puerta, automáticamente le dio una vista a toda aquella habitación que ha sido su refugio y su cárcel a la vez, esas paredes han presenciado más que cualquier otra persona. Los ladrillos guardaban sus lágrimas y sus maldiciones, guardaba todo el dolor que llevaba en el pecho, dejaba recuerdos amargos. Sin pensarlo más tomó sus maletas y fue acercándose a la sala principal, donde se encontraba su bisabuela con una sonrisa burlona y autosuficiente junto con un señor que pretendía unos cuarenta y tanto de años, él se encargaría de llevarla a su nueva cárcel, capaz esta sería mejor, capaz en esta si podría ser ella, o sea, lo que se minimizaba a estar encerrada en su habitación sin ser molestada.
—¿Lista?— preguntó el hombre al tomar las maletas que llevaba la castaña, ella asintió y salieron.
El camino hacia aquel lugar no fue tedioso, los paisajes que admiraba era glorioso para ella ¿de que servía viajar sabiendo que iba a estar en otras próximas cuatro paredes y no apreciar aquella vista? Para Margot, admirar el paisaje, el atardecer, sentarse a ver el cielo estrellado, hundirse en todo lo que el cielo te regalaba valía más que cualquier charla con otra persona ¿Que te podía regalar una persona que el cielo no? ¿que te podía hacer o decir una persona que se comparara con lo que te hacía experimentar aquel cielo? Ella creía que no había ningún sentimiento que se asemejara o le hiciera justicia a lo que ella sentía con tan solo sentarse y ver el resplandor de un amanecer o de un cielo colorido, que va, también el de uno oscuro, el de unas nubes negras recargada de lluvia, no había punto de comparación.
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¡¡¡FIRST CHAPTER!!!
Buenos días, tardes o noches.
¿Que tal les pareció?
¿Opiniones?
¿Quieren otro capítulo?
Si quieren comentar, háganlo, me vendría bien leer sus comentarios.
Muchas gracias de antemano, besos.
Nos leemos, próximamente.
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Flower Art
RomansaMargot amaba el arte. Ivette amaba las flores. Margot tenía heridas que curar. Ivette se negaba a tenerlas. Una prefería no tener la atención de los demás, la otra lo tenía sin quererlo, solo por ser la nieta de la directora y dueña del internado. M...