3. Sueños Rotos.

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Las ilusiones ¿a dónde iban? ¿De qué servía ilusionarse con eventos que quizás jamás sucederían? ¿Por qué esa sed de ser masoquista? ¿Por qué aferrarse a algo que ya no tenía esperanzas? El ser humano es imbécil y torpe, diría Margot, a pesar de ser de la misma especie. Su infelicidad no era culpa suya, no quería sentirse de esa manera y cada día se esforzaba por convencerse de que quería mejorar.

Desde la muerte de sus padres, ella ya no era la niña con una sonrisa en su rostro que contagiaba a los demás. Al principio, ella no entendía nada, pensaba que sus papás se habían ido de viaje y que no durarían más de una semana. Pasaron más de dos semanas y su bisabuela nunca mencionaba sus nombres, eso inquietó a la niña y empezó a preguntar constantemente por ellos.

Las lágrimas caían poco a poco, la castaña al sentir sus mejillas mojadas se secó bruscamente con las manos, odiaba llorar, odiaba mostrarse débil. Juntó sus manos mientras su pierna subía y bajaba rápidamente, esta espera la impacientaba, deseaba una respuesta inmediata. Sara, la profesora, tuvo que ir a una reunión y dejó a la adolescente sola. Escuchó cómo una puerta se abría y miró a su izquierda, encontrándose con los ojos de la directora, quien salía junto a su bisabuela y un hombre de barba blanca.

— Así que…— dijo Amelia —. Este será tu nuevo hogar, Margot.

— Bienvenida — exclamaron al unísono la pareja.

— Mandaré a Víctor a ir por tus maletas, despídete y luego te muestro tu habitación — informó Felipe a lo que la castaña asintió, luego se retiraron dejándola a solas con su bisabuela.

— No tengo mucho que decir Margot — habló  la anciana evadiendo la mirada de su bisnieta—. Las cosas nunca debieron de ser así pero, están pasando de este modo y tienes que aceptarlo.

— Ya lo hago— respondió de manera seca. Amelia negó.

— No lo haces — tomó el mentón de la castaña con suavidad, por primera vez en once años—.  Mantente fuerte Margot. El dolor en algún momento se volverá soportable, solo intenta salir de aquí graduada y estudiada. No confíes en nadie aún así.

Lo que Amelia le decía era demasiado confuso para Margot ¿Acaso después de tantos años, sabiendo que capaz más nunca se verían, haría el papel de buena bisabuela? Margot retiró la cara con brusquedad, esa mujer nunca fue empática con ella, nunca se sintió querida ni respetada.

— Espero que tengas buena vida Margot.

— Hasta luego, Amelia— la señora de tercera edad estuvo allí por unos segundos para luego darse la vuelta. Era lo único que le quedaba de su familia, era el lazo a su pasado y Margot pensaba que por eso anhelaba muy en el fondo que Amelia alguna vez se hubiera portado bien con ella, que no hubiera impuesto tantos traumas en ella.

— ¿Lista?— escuchó una voz a sus espaldas, voz que ya debía irse acostumbrando a escucharla.

— Sí — afirmó. Felipe asintió y le señalo que lo siguiera.

— Capaz te toque una habitación sola o estés acompañada, la mayoría de las estudiantes tienen su respectiva compañera de cuarto — subieron unas escaleras para encontrarse con el segundo piso —. Hay tres pisos que están llenos de habitaciones, tienes suerte que la tuya este en la segunda planta, no es lindo subir tantas escaleras.

Felipe sonrió, Margot se la devolvió de la manera más real posible, caminaron en el extenso pasillo, había muchas puertas, unas delante de otras. De repente sintió que ya no había una presencia a su lado, volteó y vio como Felipe se había quedado unos metros más atrás parado sonriéndole, a un lado de una puerta. Al estar frente a la habitación, sus nervios aumentaron, tenía curiosidad de saber como era y mas que todo ver con quién tenía que compartir su espacio, realmente el tener que compartir su habitación no le hacía mucha ilusión.

Flower ArtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora