40. Hogar.

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Margot Rousseau.

El doctor alumbraba mis ojos con aquella pequeña linterna, era a veces un poco irritante pero necesario. Se alejó después de unos segundos sentándose en su escritorio dedicándome una sonrisa.

— Todo excelente como siempre— empezó a escribir algo en un papel— ¿Has vuelto a sentir esa presión?

— No. Hice cada cosa que usted me aconsejó, trato siempre de no llenarme de estrés, además estoy comiendo bien—me senté en la silla frente al escritorio—. Sin contar que los medicamentos me ayudaron.

— Eres una de las mejores pacientes que he tenido.

Le sonreí en agradecimiento. El doctor Ronson era mi especialista desde hace algunos años, los dolores de cabeza empezaron a frecuentarse cada vez más hasta un punto donde no lo soportaba. Thomas era amigo de cercano de este, por eso fue más acogedor el que me tratara.

Al parecer lo que yo padecía era de Cefalea Tensional, no era grave pero si era de chequear, porque nunca se sabía hasta que punto era peligroso.

Me comentó en ese entonces que seguramente en mi niñez y adolescencia viví con constante estrés y tensión, sin contar que más de una vez me preguntó si yo comía moderadamente, fue imposible mentirle bajo la mirada de sus ojos negros que me gritaban que sabía la verdad.

Lo visitaba cada tres meses, solo para chequeos pero aún así me mandaba los mismos medicamentos, en lo personal pensaba que era una perdida de papel pero sabía que tanto el como yo nos gustaba las palabras alentadoras que el me escribía en la parte inferior de este.

— Aquí tienes— me extendió el papel. No me importó el nombre de los medicamentos mis ojos bajaron hasta la frase escrita.

"Tu sonrisa puede iluminar hasta las calles más oscuras, y aún así no lo sabrías. Eso te hace única y especial".

—Me gustó esta.

— ¿Más que las demás?— sonrió juguetón. Algunos de los rizos de su cabello caían en su frente, sus cejas eran pobladas dándole más dureza a su mirada y su barba de forma candado era limpia, sin mucho vello. Era un hombre bastante atractivo.

— Podría dudar— guardé la nota en mi bolsillo, a la vez que la puerta del consultorio era tocada.

— Pase— el doctor Ronson dirigió su mirada hacia la puerta, dónde una señora de mediana edad se asomaba.

— Doctor Ronson, los demás doctores lo esperan en la cafetería.

— ¿Ya? — miró su reloj—. Me pasé por diez minutos. Diles que ya voy.

La señora asintió y luego desvío su mirada hacia a mi dándome una sonrisa amable.

— Me hubieras dicho y me habría ido hace minutos— el doctor se levantaba y se quitaba su bata.

— Siempre cuento los días para que vengas, diez minutos más no le hacen daño a nadie.

Se acercó a mí y se quedó unos segundos observándome. Su mirada me colocaba nerviosa realmente, por lo tanto no pude evitar dejar de mirarlo.

Abrió la puerta y dejó que pasara yo primero.

— ¿Debo volver?— pregunté mientras avanzábamos por el pasillo.

— No. Desde hace meses estás mejor, no has tenido ninguna recaída por lo tanto ya no es necesario.

— Intuyo un pero— me detuve en el mismo momento que él también lo hizo.

— Pero, quería preguntarte si uno de estos días estas libre, podemos salir a tomar algo o simplemente almorzar. Lo que desees.

Me sonrió con entusiasmo y yo le devolví la sonrisa, los nervios tanteaban mi piel pero no podía decir que sentía emoción, en absoluto.

Flower ArtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora