7. El mundo al revés

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Connie

Se me parte la cabeza. Me agarro el cuero cabelludo mientras me inclino en el sillón, observo para todas partes. ¿Cómo llegué aquí? Bajo mi mano, al mismo tiempo que me levanto, giro mi vista a la hora. ¡Maldición! Santino tiene que ir a la escuela y yo debo prepararme para la reunión con Montiel.

Qué bueno que eso no me lo olvidé.

Veo una nota en la mesa: "Salí a hacer unos recados, vuelvo en unas horas, te encargo el despertar de los bellos durmientes. Saludos, Tadeo".

—¿A los bellos durmientes? —Quedo confundida, luego reacciono—. ¡Ah, la escuela! —Corro, ignorando el mensaje.

Una vez que abro la puerta del cuarto de mi hijo, resulto paralizada. ¿Es acaso esto una pesadilla? ¡Estoy en el infierno! Permanezco muy poco tiempo observando como Santino duerme abrazado a Briel y rápido salgo de la habitación, cierro, apoyando la espalda en la puerta.

—¿Es el infierno? —me repito en voz alta.

Regreso a la habitación para cerciorarme.

—¡Es el infierno! —me respondo a mí misma al darme cuenta de que es verdad lo que ven mis ojos.

Mi hijo se despierta y se sienta, entonces se refriega los ojitos, se gira a observarme, luego hace un gesto de silencio con su dedo índice.

—¡Sh! Está durmiendo. —Hace que habla bajito.

Me acerco a hurtadillas y también susurro.

—Santino, ¿qué está haciendo este loco acá?

—Está durmiendo —repite con un gesto como demostrando lo obvio.

—Eso ya lo sé, ¿por qué está acá? —Presiono los dientes.

El nene baja de la cama, entonces me abraza fuerte y me hace una demostración.

—Lo agarré así, no pudo escapar.

—Santino, ¿no sabes que a los imbéciles se los echa de la casa?

Me suelta y mueve los hombros, haciendo un gesto de no importarle.

—Fue fácil, solo tuve que hacerle cara de pobrecito, luego esperé a que se durmiera y listo. —Forma una gran sonrisa—. Tengo papá.

—Búscate otro, ese no sirve.

—Cállate, tú no sabes nada —me desafía.

—Santino. —Pongo voz severa y saca su lengua—. ¡Santino!

Briel se mueve cuando grito, hasta se abraza a la almohada, durmiendo muy cómodo al parecer, así que agarro la mano del nene y salimos del cuarto.

—¡¿Ahora qué hago con este tipo en mi casa?! —chillo.

—Yo lo adopté como mascota, no te preocupes —responde mi hijo.

—¡Santino! —repito.

—¡¿Qué?! —responde.

Bufo.

—Nada, es mi culpa, no debí beber tanto —me quejo.

—¡Vamos a desayunar juntos!

—¡Ay, cierto, la escuela! —Reacciono y corro a preparar el desayuno—. ¡Vete a lavar los dientes, vamos que llegas tarde!

Hace puchero y grita.

—¡Dije juntos, mamá, papá y yo! —declara y le tiro una mirada asesina—. ¡Voy, jefa! —Se va corriendo al baño.

Separo las tostadas, lleno el vaso de leche y recaliento un poco de café. Entretanto suena mi celular, es un mensaje de Montiel, dejando la hora exacta de la reunión. Mierda, no llego. Voy a perder este trabajo y Tadeo no está para ayudarme.

Mami ¿Por qué?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora