Connie
El timbre de mi casa suena y quedo perpleja al abrir. Unos hombres entran, metiendo un objeto que parece un gran paquete para armar por partes. Reacciono, entonces empiezo a echarlos, pero cuando los empleados van a salir, el culpable del acontecimiento se hace presente y cierra la puerta. ¿Cómo no? Obvio, no podía ser una equivocación de envío, tenía que ser este insoportable.
Gruño.
—Briel Lovelace. —Presiono los dientes.
Él sonríe.
—Qué hermoso día, ¿no?
—¡No sé qué trajiste, pero saca eso de mi casa! —grito—. ¡Inmediatamente!
—¡Papá! —Viene corriendo Santino.
El nene lo abraza rápido, en cambio, Briel levanta las manos para no tocarlo. Nunca ha sido muy apegado a los niños. Se ve incómodo, pero parece que eso no evita que mi hijo se aferre a él.
—¡Con regalos no lo compras! —le advierto.
Santi reacciona y se aleja.
—Con regalos no me compras —declara, pues copia todo lo que digo.
—Yo vine por mi intercambio —le aclara Briel—. Ya sabes, tu cama mágica.
Santino se percata.
—¡¿Es mi cama de coche?! —grita emocionado, mirando el paquete.
¡Ah, lo pierdo!
—¡¡No vamos a aceptar esto, no estuviste antes, no te queremos ahora!! —le recrimino.
—Eso es especulación —responde mi hijo.
—¿Qué? —Quedo en shock—. ¿Quién te enseñó esa palabra? —consulto y el nene lo señala—. ¡¿Qué cosas le metes en la cabeza a mi hijo?! ¡¡No le enseñes!!
—Tranquila, fiera, fue solo una conversación —dice tranquilo mi ex.
—¡Una conversación de machos! —Alza la mano Santino con mucha determinación—. Tú, calla, no lo entenderías.
—Vete a tu cuarto —digo molesta.
—¡Sí, jefa! —grita asustado y se va corriendo.
—Qué demandante —se burla Briel.
Necesito sacarme este problema de encima.
Arae cree que con dos palabras bonitas que le diga a Briel, él se pondrá a mis pies. Es descabellado y una estupidez, ¿pero qué otra forma tengo de que me haga caso? Voy a vomitar solo para romper su teoría y en el peor de los casos, al menos Briel se habrá llevado su regalito.
Suspiro.
—Briel, eres un hombre inteligente, listo y audaz, sé que te darás cuenta, que el niño tiene que aprender el valor del trabajo, así que, por favor. —Tomo su mano—. Te lo pido, llévate ese regalo.
Él mira mis dedos, luego a mi cara, está bastante serio y se ve un poco confundido. Ya ríete, maldita seas. Un pequeño rubor aparece en su mejilla, se suelta y retrocede un paso. Parece que tiene ajustada la corbata, pues la estira, nervioso.
—Tienes razón —solo alcanza a decir.
—¿Qué? —No reacciono—. ¿En serio?
"Dispones de más poder del que imaginas", pienso en las palabras de Arae, tiene que ser una broma.
—Sí, tienes razón —repite.
—Oh, gracias, supongo. —Me mantengo en shock.
—¡Pollerudo! —Sale corriendo Santino de la habitación—. ¡Es mi cama, no la dejes ir! —se queja.
—¿Pollerudo? —expreso confundida—. ¿Quién te enseñó esa palabra?
—Lo dijo la seño, discutía con alguien, significa que te hace caso porque eres chica. Es un pollerudo, entonces hará lo que quieras. ¡Es un manejado! —Alza las manos—. Eso diría la maestra.
—No soy un manejado —se defiende Briel—. La cama se queda.
—¡Yey, ganamos los hombres!
—¡Santino! —me quejo y señalo para que se vaya—. ¡Vuelve a tu habitación!
El nene se va corriendo, luego miro de mala manera a Briel.
—Te vas a llevar esa cama o me vas a conocer enfadada —amenazo.
—¿De verdad crees que soy listo? —Regresa al tema anterior.
Me quedo con la boca abierta.
—Yo... —Bufo—. No sé, solo quiero que te lleves esa cama.
—Ah. —Parece desilusionado, así que observa hacia el suelo—. Mejor, sino hubiera quedado medio caliente. —Se ríe sin humor.
—Por favor, no hay nada entre nosotros, no digas bobadas.
—Hay un niño —murmura.
—¿Qué dijiste?
—Nada. —Alza la cabeza—. Ya me voy.
Cruza la puerta, entonces grito al darme cuenta de que igual no se llevó a sus trabajadores y el paquete.
—¡Pero no me dejes las cosas aquí!
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Mami ¿Por qué?
RomanceBriel Lovelace, millonario, guapo, codicioso y mala persona, todo un manipulador, así describo al padre de mi hijo, el imbécil padre de mi hijo con el que tuve un revolcón en mi etapa universitaria. Lo detesto y él me detesta a mí. Nuestro odio se r...