Briel Lovelace, millonario, guapo, codicioso y mala persona, todo un manipulador, así describo al padre de mi hijo, el imbécil padre de mi hijo con el que tuve un revolcón en mi etapa universitaria.
Lo detesto y él me detesta a mí.
Nuestro odio se r...
Al fin cierro trato con Montiel, lo malo es que quiere que nuestra próxima reunión sea en la empresa de Briel. Como sea él quien haya influenciado en esta decisión, va a tener que conocer mi peor lado. Llego a Luxury Deluxe y me sorprendo, es la primera vez que su secretaria no me permite pasar a su oficina. Lo digo porque él siempre me atiende, no le importa que sea para quejarme o gritarle, ni siquiera interesa que esté ocupado, Briel siempre me deja pasar.
No interesa, yo entro igual.
—¡Briel Lovelace! —le grito y él levanta sus ojos verdes a mirarme—. Más vale que no le hayas sugerido a Montiel que el trabajo se haga aquí, ¿entendiste?
Enarca una ceja.
—¿Montiel?
—¿Me estás prestando atención? —me quejo.
Toma de su Martini y se mantiene en su silla.
—Ah, sí, Montiel —expresa sin importancia.
—¿Y a ti qué te pasa? —Reacciono porque se ve desanimado—. ¿Llevaste a Santino al colegio? Más te vale que no hayas ido tomado.
—No estoy borracho ni nada. —Se ríe, volviéndole el humor—. Y no, no perdí al niño, si eso es lo que insinúas. Además, no, no le sugerí a Montiel que trabajaras con él aquí. ¿Puedes dejar de especular por un segundo? Gracias.
—Tengo derecho a pensar lo que quiera de ti.
—Si ya terminaste, te puedes ir. —Mueve unos documentos en su escritorio—. Estoy ocupado.
—Briel... —Me callo y miro la mesa, hay pastillas allí—. ¿Qué estás tomando?
—Hormonas que me recetó mi andrólogo, pero no sirven. —Se ríe—. Ya sabes, la famosa libido Ricoy es incorregible. A mi bisabuelo lo llamaban Míster Libido, porque no podía parar. En mi caso, solo hay una cura para este. —Se muerde el labio inferior—. Tú.
—Deja de fantasear, imbécil, no me acostaré contigo.
Se carcajea.
—Sabía que dirías eso.
Me cruzo de brazos.
—Como sea, mañana me encontraré con Montiel, más vale que no interfieras, esto es muy importante para mí.
—No te prometo nada, mañana me levanto de buen humor y seguro tendré ganas de arruinarte el día —se burla.
—Ja, ja, muy gracioso —digo con sarcasmo—. ¿Te estafaron o por qué tienes esa cara de amargado?
Frunce el ceño.
—Tú me amargas la existencia, ese es mi problema.
—Curioso, pues hace unos segundos estabas feliz, ofreciéndome sexo.
Se ríe de nuevo.
—Una cosa no tiene que ver con la otra, puedo odiarte y tener ganas de follarte a la vez, ese no es un problema para mí.
—Estás loco. —Me giro para irme.
—Sí, curioso, ¿de quién será la culpa? —tira una indirecta que no entiendo, pero de todas formas sigo mi camino.
No puedo seguir involucrándome con este hombre, me dará jaqueca.
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Cuenta la leyenda, que voy a escribir un histórico hablando del gen Ricoy, pues se sabe muy bien que este existe hace mucho, pero muchísimo tiempo, en una época muy lejana okno jajaj
