18. Cambio de actitud

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Connie

¡¿Cómo se atreve a llevarse a mi hijo sin mi permiso?! Esta no se la perdono, ese infeliz tiene que pagar y muy caro, así que vine acompañada de un policía para que sepa que voy en serio.

—Oficial, este hombre se llevó a mi hijo —declaro cuando Briel nos abre la puerta—. Estoy segura de que lo tiene aquí.

—Cariño —dice mi ex—. Tú me dejaste cuidando del pequeño, no seas así.

—No le crea, oficial, arréstelo —pido indignada.

—Solo ha sido por unas horas. El niño estaba cansado y quería dormir, no me parecía correcto dejarlo solo en la casa mientras ella salía de fiesta. Tengo mucho trabajo, tampoco podía quedarme ahí.

El malnacido explica todo tan tranquilo que solo me hace irradiar furia, pero lo peor es que el policía lo escucha de manera atenta y hasta asiente, como dándole la razón.

—Parece entendible —le contesta el hombre—. Solo regrese al niño y todo estará solucionado.

¡¿Nada más eso le va a decir?!

—¡Oficial, se llevó a mi hijo! —le recuerdo.

—Es su padre, ¿no? —consulta, Briel asiente y luego el policía me aclara—: No han pasado ni 24 horas.

—No es su padre —expreso en tono severo, luego observo a mi ex—. Rechazaste ese derecho, el ADN no miente —me burlo de sus fraudes, que en este caso, se le van a ir en contra.

Sinceramente, no sé qué intenta demostrar, contradiciéndose ahora.

—Sí, soy su padre —proclama Briel con un gesto bastante serio—. Y puedo probarlo.

—¡¿Qué está pasando?! —le grito—. ¡¿Por qué lo estás admitiendo?!

—Se ve que ustedes tienen problemas que arreglar —aclara el oficial—. Yo tengo que atender otro asunto, así que me iré retirando. Si pasa a mayores, puede volver a llamarme, pero yo encuentro todo en orden. —El hombre se despide, habla por su radio y se retira en su auto, veo el vehículo alejarse.

Policía incompetente, no se puede confiar en la ley.

—Imbécil —expreso molesta.

Briel se ríe.

—Nunca paras de juzgar a las personas, ¿eh?

Giro mi cabeza de manera brusca a mirarlo.

—¿Y qué es eso que demuestra que eres padre? —pregunto indignada.

Sonríe.

—¿Quieres pasar? Hace un poco de frío afuera.

—¡Claro que voy a pasar, y me voy a llevar a mi hijo! —Avanzo y Briel cierra la puerta detrás de él—. ¡¿Dónde está?! —sigo gritando.

—Silencio, está durmiendo.

Presiono el puño.

—¡¿Qué pretendes?! Dime, pues no te estoy entendiendo.

Enarca una ceja.

—¿Qué pretendes tú? Metes a tus amantes en tu casa con el niño ahí, qué desvergonzada.

—¿Disculpa? —Quedo boquiabierta—. No tengo que explicarte nada, tú me debes explicaciones a mí.

—Te vas de fiesta con ese tal Tadeo, dejándome solo con el niño, ¿y yo te debo explicaciones a ti? Sí, claro —expresa lo último con sarcasmo.

Ruedo los ojos.

—No me hagas una escena de celos.

—Claro, porque cuando tú haces una escena de celos esto termina en sexo. Ah, pero cuando yo la hago, soy el único culpable. Admítelo, Connie, te encanta ponerme en el lugar del villano.

—Briel, eres un tóxico, ya deberías saberlo.

Genera una risa a propósito.

—¡Ja! ¿Y de quién es la culpa? Responsabilízate de tus acciones, cariño, tú nunca fuiste una santita, también eres la causante de esta toxicidad. No puedes ocultar lo desagradable que eres, ser madre no te convierte en una buena persona.

—Soy una persona difícil, pero tú eres peor, desapareciste durante diez años.

—¡¿Quién quiere soportarte durante diez años?! —me grita.

Le pego un cachetazo.

—Infeliz, vete a la mierda. —Mis ojos pican y mi garganta duele—. ¡¿Cómo te atreves?!

Se toca la mejilla, luego baja la mano, despacio, acto seguido se ríe un poco, pero sigue con su gesto de molestia.

—Te irrita mucho que te haya dejado, puedo notarlo.

—Me dejaste el día en que mi padre murió —le recuerdo.

—¿Estamos hablando del mismo padre que te golpeaba, maltrataba de forma verbal y hasta te ordenó que abortaras? ¿Estamos hablando del mismo padre al que le agradeciste al cielo que se haya muerto? ¿En serio estamos hablando del mismo padre?

Me quedo paralizada.

—Cállate, Briel.

—No lloraste de tristeza, lo hiciste porque estabas feliz, así que no me vengas con esa excusa barata.

—¡Sí! ¡¿Y qué?! —Alzo la voz—. ¡Eso no cambia nada, tú me dejaste, sola y embarazada!

—Y lo hiciste muy bien, así que deja de indignarte porque te dejé.

Mis puños y mis dientes se presionan.

—No me elogies.

—No voy a discutir más contigo. —Rueda los ojos—. Ya estoy cansado de ser tu saco de boxeo.

—¿Qué es esta estúpida actitud?

Sonríe.

—Bien, te lo diré. —Se pone serio—. Voy a pedir la custodia de Santino.

Yo no estaba preparada para la última línea de este capítulo JAJAJA

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Yo no estaba preparada para la última línea de este capítulo JAJAJA

Saludos, Vivi.

Mami ¿Por qué?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora