Connie
¿Briel me perdonó?
Bueno, eso parecía.
¡¿Y por qué me fui corriendo entonces?!
Ah, soy una estúpida. Tengo miedo de arruinarlo todo otra vez. Aunque quizás solo estoy imaginando cosas. Ay, necesito dejar de especular, pero es que ocurrió tan rápido que no entendí nada. Ha pasado tanto tiempo, ¿realmente podemos volver? Le dije que ya no soy la misma, pero ya me asusté hasta de mis propias palabras.
—¡Ayúdame, Samin! —Le agarro de las manos.
—Ya no entiendo —opina Santino—. ¿Cuál es el novio?
—Tú. —Se acerca Briel, enfadado, luego me observa a mí—. ¿Se puede saber qué estás haciendo? —Señala nuestros dedos—. Las manitos.
—Es un malentendido —dice el hombre, sintiéndose incómodo.
—¡Nos vamos! —Lo hago correr.
—¡¡Oigan, no me dejen con los niños!! —reprocha Briel.
—¡Alcánzanos en mi casa! —termino por decir lo último.
Me voy muy rápido con Samin y una vez llegamos a mi hogar, apoyo con fuerza la puerta y mi espalda allí. Respiro agitada, sin separarme de la entrada hasta que reacciono.
—Lo siento —me disculpo con el padre de Aimara—. Eres psicólogo, ¿no? Seguro puedes ayudarme —expreso, nerviosa.
—No así —opina, mirándome como si estuviera loca.
—Lo lamento por arrastrarte a esto. —Bufo—. Necesito un consejo y eres la primera persona que encontré, es que lo requiero de forma inmediata. —Río con más nerviosismo—. Qué incómodo.
Suspira.
—Bueno, si no me queda otra.
—Mira, la cosa es así, en resumen rápido: creo que mi ex quiere volver conmigo, porque me perdonó la sarta de barbaridades que dije de él cuando éramos jóvenes, ya no soy la misma, ¿pero si todo va mal?, ¿qué hago?
—Bueno, tú acabas de decir que no eres la misma, así que no encuentro el problema.
—¿Y si estoy imaginando que quiere volver conmigo?
—¿Has pensado en preguntarle? —Enarca una ceja.
—Moriré si hago eso.
Se ríe.
—La gente no muere por preguntar.
—¿Y si se ríe de mi estupidez? —Me tiro de los pelos.
—Entonces no es el indicado, pero no soy quién para opinar, ni tú eres mi paciente ni se arregla todo en una misma sesión, la cual ni siquiera es una.
—¡Ayúdame, Samin! —insisto.
—¿Cómo quieres que te ayude? —Vuelve a enarcar su ceja—. Puedo recomendarles terapia de pareja, tengo colegas que se especializan en eso.
Hago una pausa, pensativa, por su ofrecimiento.
—Bueno, sí, pero todavía ni estamos en pareja. En todo caso, ocúltate en el cuarto y si lo arruino, me salvas, ¿okey? —advierto.
—Creo que no puedo elegir. —Asiente—. Okey.
Suena el timbre y me sobresalto.
—¡¡Ahí vino!! —Lo empujo—. ¡¡¡Escóndete!!!
Samin se oculta en el baño, así yo puedo abrir la puerta. Los niños entran corriendo y los soborno con caramelos para que se queden en el cuarto. Una vez dejo a todos en sus respectivos lugares, me giro a sonreírle a Briel, el cual espera expectante, pues lo tengo en ascuas desde que huí del colegio.
—¿Se puede saber que es todo este circo? —Enarca una ceja mi ex—. ¿Por qué corres? Estábamos...
—Briel... —lo interrumpo—. Solo quiero decirte algunas cosas, pero quiero que prometas que no te reirás —amenazo.
Entrecierra los ojos, observando para todas partes, expresando sus celos.
—¿Y dónde está el loquero?
—¿El qué? —Enarco una ceja.
—Ese tal Samin.
—Eso no importa, charlemos del tema principal. —Lo observo desafiante, luego bajo los decibeles, nerviosa—. ¿Me perdonaste? —indago.
—¿Eso no fue evidente? —Gira su vista al baño—. Está ahí, ¿verdad?
—¡Olvida tus celos y préstame atención!
Vuelve su vista hacia mí.
—¿Qué? —Bufa.
—Hay que poner todas las cartas en el asunto.
Me presta atención.
—¿A qué te refieres? —Sonríe.
Me agarra un escalofrío.
—¿Me estás vacilando?
—Tú lo haces, ¿por qué lo escondes ahí? —Señala el baño.
—Es mi respaldo por si lo arruinas. —Alzo la cabeza.
—Mira quién habla, y encima lo admites.
—Olvídate de Samin. Tú tampoco eres un santo, y sabemos que cualquiera de los dos puede arruinarlo enseguida, pasó mucha agua bajo este puente. Yo lo inicié, pero tú lo sigues incitando.
—¡¡Bien!! —Alza la voz—. ¡¿Qué quieres de mí, Connie?! Me estás mareando con tanto palabrerío.
—Quiero saber si quieres volver —tiro la bomba.
Se queda en silencio, un silencio que parece eterno mientras en sus mejillas crece un rubor. Gira su vista hacia un costado, poniéndose más nervioso que yo.
—Pues... pues supongo que eso también era evidente.
Modo adorables 💖
Saludos, Vivi.
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Mami ¿Por qué?
RomansaBriel Lovelace, millonario, guapo, codicioso y mala persona, todo un manipulador, así describo al padre de mi hijo, el imbécil padre de mi hijo con el que tuve un revolcón en mi etapa universitaria. Lo detesto y él me detesta a mí. Nuestro odio se r...