Briel
Siempre supe que traerla de nuevo a mi vida no era buena idea. Connie es una droga que no puedo tener. Ni la fortuna más grande puede saciar esta sed. Mantenerme alejado era mi mejor opción, pero no, mi padre tuvo que reaparecer y darme consejos. Siempre ha sido un padre ausente y me molesta que ahora se haga el buenito.
—¡No arreglaremos nada! —Tiro la copa con mi Martini y me mantengo en el sillón mientras veo los vidrios esparcirse por la habitación—. Me importan una mierda tus problemas, padre, no es justificativo para dejarme en el peor momento de mi vida. —Mi mandíbula se tensa y sigo divagando por lo borracho que estoy—. Pudiste... pudiste ayudarme, pero no... —Lágrimas caen de mis ojos, incluso aunque me las aguante—. No pudiste atender una mísera llamada. No me importaron las otras veces que no me atendiste, pero ¿por qué justo ese día?, ¿por qué? —Cierro los ojos con fuerza—. Te odio, los odio a todos.
Continúo llorando mientras recuerdo lo que no quiero, solo por culpa de mi estado etílico.
Hace diez años.
Camino muy contento en dirección a la universidad. Podría usar el coche de la empresa de mi padre, pero quiero cruzarme con mi novia porque estoy muy contento. Hoy nada me sacará mi alegría, pues al fin he estudiado para mi parcial, al fin seré un ejemplo a seguir, y si un día tengo hijos les mostraré el único examen que aprobé.
Una vez que llego al edificio, me aproximo a Connie en la entrada, la agarro de la cintura y rápido la beso. Ella se abraza a mi cuello, se aleja un poco, entonces me regala una sonrisa.
—¿Otra vez viniste caminando solo por mí? —me consulta.
—Sabes que si vengo en auto está del otro lado de la uni y no te puedo ver. —Me muerdo el labio—. No puedo vivir sin mirarte.
—Qué galán. —Se suelta y retrocede—. Pero hoy no va a poder ser.
—¿Por qué? —Enarco una ceja—. ¿No tienes un ratito para mí? —La agarro de la cintura otra vez—. No seas mala.
Se vuelve a soltar.
—Frena tu libido, macho, tengo muchas cosas que hacer.
—¿Sigues enojada por nuestra discusión de ayer? Fue una estupidez, tienes mucho carácter, cálmate —me burlo.
Frunce el ceño.
—No voy a ver esa película estúpida, ya te dije.
—Ayer fue la película estúpida, el otro día por el asiento, después porque no quieres que conozca a tu padre, luego te enfadas porque mi madre te regaló muchos pasteles, no sé qué te pasa, estás más irritante que de costumbre, para un poco. —Bufo.
—Briel, no entiendes nada —se queja—. Además, tú solo me quieres por el sexo.
—¿Qué? Nada que ver, tengo problemas como cualquier heredero del gen Ricoy, pero no es nada de eso. —Dejo de parlotear sobre mi familia y pongo mi vista fija en ella, estando bien serio—. Yo te amo como la primera vez que te vi, con cada fibra de mi ser. —Agarro su cintura por tercera vez—. Tú me enciendes solo porque me gustas demasiado, te quiero hasta cuando te enojas. Debo admitir que me pone muy cachondo tu carácter.
—Tú también tienes un carácter de mierda —me recuerda.
Ruedo los ojos y ahora soy yo el que la suelta.
—Ah, no se puede hablar contigo, ¿me recuerdas cuando te pones feliz?
—¿No era que te gustaba enojada? —me recrimina.
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Mami ¿Por qué?
RomansaBriel Lovelace, millonario, guapo, codicioso y mala persona, todo un manipulador, así describo al padre de mi hijo, el imbécil padre de mi hijo con el que tuve un revolcón en mi etapa universitaria. Lo detesto y él me detesta a mí. Nuestro odio se r...