Connie
Sabía que la idea de Arae no sería buena, pero yo voy y le hago caso. Soy una tonta. Ahora Briel se ha escondido en una oficina y no puedo hacer que salga de allí.
Pasan las horas, entonces al fin los empleados se retiran de la sala, sin embargo, no me dejan pasar, me cierran la puerta. Una vez que me quedo a solas en el edificio y viendo que se me está haciendo tarde, llamo a Tadeo para que venga a buscar a Santino, pues no pienso rendirme, me quedaré esperando aquí hasta la madrugada, si es necesario. Briel tiene que escucharme, o quizás otras cosas, aunque ese no sería el punto principal.
Vuelvo a golpear la puerta.
—¡Sal de ahí, es la única entrada a esta oficina, sé que estás ahí, abre ahora, Briel! —insisto.
Abre de manera abrupta, mirándome enfadado, así que me sobresalto.
—Ya vete —gruñe.
—No. —Siento mis mejillas arder.
—Me estás buscando y me vas a encontrar.
Pongo las manos en mi cintura.
—Deja las metáforas.
Me agarra, empujándome hacia la pared, acerca tanto el rostro que noto su respiración muy próxima a la mía.
—Me encontraste. —Me besa, rápido, entonces le correspondo. Mis dedos juguetean entre sus cabellos negros. Se aparta un momento para respirar, puedo ver sus mejillas rojas junto a su agitación—. Arriba hay una habitación —aclara.
Sabía que si lo provocaba, tarde o temprano iba a ceder, pero si seguimos, ¿a dónde lleva el plan? Me encanta, aunque es seguro que nos vamos a arrepentir.
—Sí. —Respiro con calor al aceptar su ofrecimiento, el cual yo misma generé durante horas, así que no me voy a retractar ahora.
Como si fuéramos dos adolescentes hormonales, no lo pensamos más y nos vamos directo al ascensor. Nos besamos de manera ferviente mientras suben los pisos, no nos soltamos ni un segundo hasta entrar en la habitación.
Apoyo mi espalda en la puerta, me muerdo el labio inferior y tiro mi vestido al suelo. Él abre los ojos en grande por mi accionar. Parezco yo la persona con problemas de libido. Aunque quizás esté equivocada, pues Briel reacciona rápido, volviéndome a besar con fuerza y lanzándome a la cama.
Me aplasta y siento su deseado cuerpo sobre mí. Deja preciosos besos en mi físico casi desnudo, entonces me deleito con su lengua. No soporta, se saca la ropa de manera veloz, también me quito lo que me falta y le ayudo con el cinturón. Rodeo mis piernas en su cintura, nos unimos, entonces comenzamos a movernos.
Nos damos con fuerza, con un poco de enfado o fervor, ni idea. Es como si de nuestros cuerpos brotara una efervescencia que forma todo el calor de nuestro sudor y movimiento. Seguimos con resistencia, bien dura, como si se acabara el mundo. Las puertas del éxtasis, ya están abiertas. Aunque entre nosotros, siempre ha sido potente ingresar.
—Te odio tanto, Connie Palacios. —Respira agitado mientras frena un poco, tan solo para decirme eso.
Me muerdo el labio inferior, sintiendo el placer. Tomo sus mejillas y lo miro fijo a sus ojos verdes, hipnotizada por su mirada, la cual imagino que está llena de decepción. Trago saliva, antes de continuar.
—Perdóname —susurro.
Se desploma sobre mí. Apoya sus labios en mi oreja, así que siento su respiración caliente allí. Me acaricia suave y despacio, entonces gimo.
—Me odio por amarte y odiarte a la vez —murmura en una voz muy suave.
Se levanta de sobre mí, sin ningún reparo, ni advertencia. Agarra su ropa, comenzando a vestirse. Lo detengo, abrazándolo, pero igual se retira de la cama, dirigiéndose a la puerta.
—¿A dónde vas? —Tomo las sábanas y me preparo para pararme también—. ¡Escúchame, no te vayas! —pido.
Pone la mano en la manija y me observa de refilón.
—Al menos yo tengo la decencia de irme mientras estás despierta —me recuerda nuestro anterior encuentro sexual—. Adiós, me largo a donde no pueda verte jamás.
Se escucha el portazo y empiezo a llorar.
Reacciono, pienso en lo peor, así que empiezo a vestirme, entonces salgo de la habitación, buscando a Briel. Necesito saber si se refería a irse de la cama o irse lejos. Mi imaginación se ha marchado a la mierda, pero cuando tengo estos delirios, mejor es cerciorarse, ya que a los malos presentimientos no hay que ignorarlos. Además, sus palabras fueron muy confusas.
Bajo con el ascensor hasta el piso de su oficina, entro y registro su computadora, revisando lo que me preocupa. Tengo suerte de que su mail esté abierto, así que confirmo mis sospechas. Su banco acaba de aceptar el pago sobre un vuelo, hace tan solo unos instantes, maldición.
Lo sabía, la cagué, lo arruiné mal, muy mal.
¡Regresa, Briel, piensa en tu hijo, no seas cobarde, no otra vez!
Acá, metiendo sal a la herida 😂
Saludos, Vivi.
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Mami ¿Por qué?
RomansaBriel Lovelace, millonario, guapo, codicioso y mala persona, todo un manipulador, así describo al padre de mi hijo, el imbécil padre de mi hijo con el que tuve un revolcón en mi etapa universitaria. Lo detesto y él me detesta a mí. Nuestro odio se r...