Epílogo

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Evan

Regresamos al hotel con Lucía, luego de esa charla hermosa con nuestro hijo, entonces se gira a sonreírme como si fuéramos aquellos universitarios que hicimos nuestras propias locuras como Briel. La libido me ataca un momento, pero la controlo. Agarro a mi esposa de la cintura, luego la beso. Nos miramos por completo enamorados.

—¿Cómo estás de salud? —le pregunto.

—Estoy bien, curada por completo. —Hace una pausa y se ríe—. Supongo que por eso nuestro hijo nunca me llamó a mí, porque pensó que me alteraría o algo.

—Pueden pasar tantas cosas cuando transcurren los años.

—Sí, pero ya se acabó. —Se gira en dirección a la mesita de luz y de allí saca un diario, lo observa, sonriente.

—¿Es alguna receta de cocina? —consulto y vuelve a reír.

—No, es el diario de tu abuela.

—¿La abuela macabra? —Me sorprendo.

—Siempre me pareció gracioso como la mencionas, teniendo en cuenta que la querías mucho.

—Así de loco soy, y... —Hago una pausa—. ¿Y qué dice?

—Me encanta lo mucho que te pareces a tu abuelo, pero hay algo en lo que difiero con ella. —Apoya de nuevo el diario en la mesita de luz y se me acerca para besarme—. Esto ya no es por culpa de un Ricoy.

—Ah, ¿no?

Me da otro beso mientras me abraza.

—No. —Hace una risita que me vuelve loco, y nos volvemos a besar—. Es por culpa de un Lovelace. 

Mami ¿Por qué?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora