Connie
Avanzo con mi vestido azul cruzado de encaje y con volados, pongo un mechón de mi cabello recogido rubio detrás de mi oreja, entonces observo el enorme salón. Bien, Connie, esta es tu gran oportunidad, no la arruines. Tanta gente. Me muerdo el labio inferior. Estos nervios me están matando. Ojalá conociera a alguien que me sirva como enganche. No importa, los ricos no me van a intimidar, solo voy a curiosear por aquí, por allá y nada me va a intimidar.
Voy a abrir la boca al acercarme a alguien y de repente recibo un Martini del camarero. Genial, la bebida favorita de ya saben quién. Giro a ver al mal presentimiento que tuve desde que recibí la invitación a esta gala. Sus ojos verdes se aproximan a mí de manera intensa y esa sonrisa me irrita mucho, me trae el malhumor.
—¿Cómo no lo pensé? —Sonrío con molestia—. Tenías que ser tú, Briel.
—Pero, Connie, ¿por qué tanto enojo? Se ve en tu sonrisa forzada.
—Intento ser amable contigo y no me sale, qué bueno, porque actuar no es uno de mis dones ¿Qué quieres? —pregunto yendo directo al punto.
—Nada ¿Qué quieres tú? —Señala la copa en mis manos—. ¿Te vas a tomar eso?
—No. —Se lo entrego de manera brusca, entonces me giro para irme, pero me detiene tomando mi mano, la tironea, atrayéndome a su cuerpo—. Te romperé los dientes y no estoy jugando —aclaro.
—De un beso, ¿quizás? ¡Auch! —chilla cuando le piso el pie, así que me aparto rápido, aprovechando su dolor.
—Creí que me odiabas, ¿por qué mierda me molestas?
Enarca una ceja.
—Sí y no, es muy compleja la situación, yo odio a todo el mundo.
—Como sea ¿Vas a decirme qué quieres? Me has evitado por años, ¿y ahora me buscas? ¡Ah, ya sé! Te vino el buen samaritano y vas a pagar la manutención, ya era hora ¿Pero sabes qué? No la quiero, gracias.
—Esa cosa no es mía, así que...
—¡Ja! Sí ¿Y me embaracé del aire? —Enarco una ceja.
—Mío no es, el ADN no miente. —Sonríe con malicia.
Suspiro.
—Ambos conocemos la verdad, mandaste a cambiar los resultados, ¿pero sabes qué? No me importa, y ese juez corrupto tampoco me interesa. Como sea, si no me vas a decir por qué me estás molestando me voy. Tengo trabajo, soy una madre ocupada, no tengo tiempo de tus juegos de niños.
Me doy la vuelta para irme y me detengo cuando me contesta:
—Hablé con mi padre, me hizo pensar. —Se oye serio, así que lo miro—. Yo... te extraño.
—Llegas diez años tarde para decirme eso, ¿no te parece?
—Sí, pero... —Gira su vista.
—Me dejaste sola. —Lo apunto con mi índice—. Sola, embarazada y el día que mi padre murió, qué hermoso día fue ese. —Le toco el torso seguidas veces—. ¿Qué clase de hombre eres? Vete a la mierda.
—No sé ni para qué te hablé. —Rueda los ojos.
¡¿Ahora él es el indignado?! No lo tolero.
—Escúchame, no me debes nada, pero no tengo por qué soportarte.
—Connie, yo también tuve malos días, así que no me vengas con que tú sola eras la pobrecita.
—Ay, mira al pobrecito. —Observo el lujo y pongo las manos en mi cintura mientras veo cada lugar—. Pobre, pobrecito.
—¿En serio? —expresa indignado.
—¿Por qué los ricos siempre creen que tienen problemas? Antes te entendía, ahora ya no, ya vi tu aura toda oscura, no quiero saber más de ella.
Se carcajea.
—¿O sea porque me odias no puedo tener problemas? Qué horrible lógica tienes.
—Pero si te jactas de ser un ser maligno, ¿por qué lo vas a negar ahora?
—¡Ah! No se puede hablar contigo. —Se gira para irse.
—¡Histérico!
Se detiene y me mira molesto.
—Tú me las vas a pagar.
—¡Pues sí, como sea! Ya vete, yu, yu. —Muevo la mano—. Este lugar es mejor sin ti.
Sus dientes te presionan, pero al fin se larga de mi vista ¡Ah, paz y tranquilidad! Al fin alejada de ese loco, ya me lo saqué de encima, lo ahuyente, puedo seguir con lo mío.
Briel
Respiro con agitación, poniendo mi espalda en la puerta del baño, quedo tildado un segundo y me sonrojo ¡Qué caliente me pone, por los cielos! Toco mi rostro, creo que no se dio cuenta. No importa la manera en la que me pronuncie cada palabra, me muero de calor, ya había olvidado cómo me hacía sentir.
Necesito hablarle sucio.
Nunca debí haberla invitado, jamás se apagó esa obsesión que tengo por ella, ni tampoco se ha apagado su odio por mí. Es una llama que crece y crece, un volcán que desea explotar. Ambos tenemos el mismo nivelador en alto, incluso aunque el mío signifique otra cosa.
Se siente tan tóxico pensar que la quiero destruir y empotrar a la vez, es que me cae fatal, pero al mismo tiempo me vuelve loco, loco de deseo.
Creo que piensa que se va a deshacer de mí tan fácilmente, sin embargo está muy equivocada, este solo es el comienzo de mi lucha entre odiarla y desearla. Sí, así es, y seguramente va a terminar muy mal.
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Mami ¿Por qué?
RomansaBriel Lovelace, millonario, guapo, codicioso y mala persona, todo un manipulador, así describo al padre de mi hijo, el imbécil padre de mi hijo con el que tuve un revolcón en mi etapa universitaria. Lo detesto y él me detesta a mí. Nuestro odio se r...