Capítulo |8|

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Miranda Livingstone 

La puerta de mi habitación se abrió, tuve la ridícula idea de que podría tratarse de Max, pero no. Alessandro entró con una sonrisa forzada y un ramo de tulipanes amarillos. Son mis favoritos, pero no cuando intentan ser la redención de mi familia. 

—Hola hermanita —Intenta besar mi mejilla, pero me aparto borrando su falsa felicidad. 

—¿Qué quieres, Alessandro? 

—Quería verte, te...

—¡Yo no, es más quisiera pensar que no existes, porque la persona que yo creía que eras se murió cuando caí en cuenta que eres como papá! —Mi vista se empaña solo de mencionarlo. La coraza que había creado para cuando llegara este momento me abandonó de pronto—. Por algo llevas su nombre. 

—Lo hice por tu bien. 

—¿Por mi bien? Interrumpiste mi vida por ella como papá la de mamá por alguien que acababa de conocer —Boto al cesto de basura sus flores—. Espero que lo suyo dure toda la vida y jamás tener que verlo. 

—Hace unos días Abi...

—¡No me interesa saber de ella ni de la otra resbalosa! ¡Maldigo la hora en la que le pedí ayuda! —me quiebro a llorar, pero ahora sin esperar el abrazo de mi héroe. 

Llegó el momento en que entendí que las promesas no son nada. Todos juran estar ahí esperando que jamás necesites su ayuda. Lo notas cuando estás en el suelo tocando puertas y tienen un pretexto distinto para no abrir. 

—Isaí comenzó un tratam... —lo interrumpo.

—¡No me interesa, vete ya Alessandro! ¡Me sacaste de sus vidas, yo tampoco los quiero en la mía!

Avanzo hacia la puerta para que él también lo haga forzado por mí. 

—Te quiero Miri. 

—Que bien lo demuestras. 

Le cierro en la cara siendo sus ojos azules lo último que veo, están hundidos e irritados como si llevara horas llorando, que buen actor es. 

Seco mis lágrimas aunque estas no paran. Mi mente vuela buscando sacar todo lo que me ha salido mal en la vida justo ahora. Quisiera un abrazo de mamá o uno de Aless justo después de que Isaí me molestara cuando éramos niños. Cuando parecía que habían nacido para cuidarme en el castillo que crearon nuestros padres.

₩ 

 
No sé cómo logré pasarme la cena y volver intacta al dormitorio. Apagué las luces antes de las diez y me acosté incapaz de cerrar los ojos a pesar de tenerlos inflamados por estar llorando.

Sobre las once la puerta se abre lentamente dejando entrar una línea de la luz del pasillo. 

—¡Uuuuuh!

Enciendo la lámpara para encontrarme con una imitación muy alta y deforme de un malvavisco con pies frente a mí. Apenas sobresale su mano de la cobija blanca que lo cubre.

—Tendrás que disfrazarte de algo más que un bombón para asustarme.

—¿Bombón? ¿Te lo parezco? —Max sonríe socarrón. 

—No me refiero a eso, malformación. 

—¡Se supone que soy un fantasma!

Intento reír, pero creo que lo que regula las emociones en mí se rompió, pues termino llorando sin explicación sobre el regazo de un bombón amorfo.

Al terminar el otoño [L #3] - Último Otoño Donde viven las historias. Descúbrelo ahora