Capítulo|37|

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Maximiliam Snyder

La veo limpiar su cara y finita nariz en un puño de servilletas manchadas de colores mezclados, sin dejar de llorar tal como lo hizo todo el camino en el cual se lamentó por ser un desastre…

Otra de las cosas que no me creería nadie, la princesita de los Livingstone se acaba de sonar los mocos frente a mí.

—Oye Max —Achico los ojos y retrocede blanqueando los suyos—. Productor Snyder…

Se adentra al baño forcejeando con el zipper del vestido sin completar lo que diría.

Comienzo a maldecir que haga lo que haga pareciera que ella es mi centro de gravedad, me aleje cuanto me aleje caemos como imanes uno contra el otro y del destino no se puede escapar.

Escucharla llorar hace que las culpas que no son mías tomen peso sobre mí y hacen que ese instinto en mi interior quiera obligarme cuidar de ella.

Intento darle su espacio yendo a limpiarme yo mismo a mi habitación, rondo como remolino levantando lo más que puedo el reguero de cosas desacomodadas del departamento.

No estaba listo para visitas, jamás lo estoy.

Y al final es el exceso de silencio el que me hace plantarme en la entrada del baño. Ella no es precisamente silenciosa, ni siquiera al dormir.

—Livingstone la verdad estoy agotado como para salir a comer —Explico preocupado de no escuchar nada, ¿seguirá viva? ¿Cuántas son las posibilidades de cortarse las venas con jabón o ahogarse en una tina?—. ¿Te apetece cenar aquí? Puedo terminar de preparar el fetuccini en salsa de tres quesos y espinacas que deje en la nevera antes de ir a buscarte.

Vuelve a sonarse la nariz y tras unos quejidos responde amormada.

—Suena bien, ya salgo.

Menos mal.

Me vuelvo a la cocina para retirar el exceso de líquido a la pasta y comenzar a fundir los quesos para la salsa tal como explicó el profesor.

Pronto la alarma antiincendios se prende emitiendo un fuerte ruido en la sala. Reviso la estufa, la calefacción e incluso el temporizador del agua caliente. Doy una vuelta completa en el departamento deteniéndome en el baño, ahí hay humo emergiendo desde abajo de la puerta.

—¡Miranda! —golpeo con el hombro y solo escucho una carcajada psicótica—. ¿Estás bien? ¿Qué pasa ahí adentro?

—Todo en orden.

—¡Cuál todo en orden, algo se está incendiando y debemos evacuar!

—Todo está bien Max.

Doy tres golpes más con fuerza y la puerta no abre, tiene puesto el seguro. Detrás de uno de mis cuadros rebusco en mi enredadero de llaves y entre ellas encuentro el repuesto que abre la del baño.

Abro y la veo sentada recargada de la pared en una interesante lencería blanca viendo como su vestido de novia se quema en la bañera con las flamas reflejadas en su mirada.

Fue un error creer que era tan fuerte y que esa ruptura no le afectaría en lo mínimo.

—¡Ay no, ¿Qué estás haciendo?!

—Por qué siempre preguntas lo obvio —reclama mordaz.

Tiro de sus manos para que se levante y abro las pequeñas ventanas altas para que salga el vapor y el humo.

—¿Todo terminó mal no es así?

—Que te dije sobre lo obvio —zanja caprichosa.

—¿Quieres hablarlo?

Al terminar el otoño [L #3] - Último Otoño Donde viven las historias. Descúbrelo ahora