Capítulo 41-lll

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Miranda Livingstone

Siento lo amargo de dos pastillas al pasarme por la garganta. Estoy bien, solo son ansiolíticos, es por salud, mis nervios no volverán a depender de ellos. No querré ignorar la realidad, porque a su dolorosa manera por instantes soy feliz.

Porque en mi realidad esta Max, mis sobrinos, Aless siendo feliz. Y comienzo  a encontrar una familia en los Snyder, una que no busca herirme con tal de aparentar ser perfecta. Ellos muestran sus imperfecciones con orgullo, les divierte reconocer las cosas que se les complican, los días malos se echan en cara… Y los buenos se festejan, no son el resultado de una exhaustiva planeación. 

Me gusta la realidad. Aunque claro, me gustaba más cuando mi familia estaba casi completa. No mentiré, eso se acabó hace más de veinte años.

Concentro mi atención en una taza grande de café que aparece frente a mí sobre la mesita del centro de la sala.

—¿Has comido algo?

Ladeo pérdida cruzando las piernas como pretzel y eso tensa el rostro de Max.

—Te hice un café, esta vez no olvidé agregarle café.

Me rio atrayéndolo a mí. Dejándome consentir un poco en sus brazos, con su piel y su tierna preocupación.

—Gracias mi amor —Sonrío, él sonríe y el mundo se vuelve bonito a ratos—. Gracias por estar descompuesto y amarme.

—¿Descompuesto?

—O el fallo que provoque que yo te guste.

—Estoy bien, y por eso es que me gustas. Y con ese atuendo… yo no me acercaría tanto.

No lo pienso y me dejo ir sobre Max, que debe estar jugando porque ni siquiera uso algo atractivo. Esta vieja pijama que tenía arrumbada en casa de Isaí lejos de ser sexy es aburrida, pero con la intensidad de su beso podría creer lo contrario.

—Nos va a ver alguien Snyder —maldigo entre dientes al tener que apartarlo.

—Ya te he dicho que eso sería un privilegio.

Oculto mi rostro rojizo en la cuenca entre su cuello y hombro donde su delicioso aroma me traslada a momentos increíbles bajo sus armoniosas caricias.

—Alguien puede pasar… Nuestros sobrinos y….

Le recuerdo haciendo que mire alrededor de la sala. Seguimos en la casa de Isaí con nuestras familias andando cerca.

—Iverson y sus cuatro demonios se fueron al centro comercial junto con tus sobrinos. Jolie está quejándose de la vida con Daen en el segundo piso como para extrañar nuestra presencia.

—¿Seguro? —insisto preocupada—, ¿pero aquí en el sofá?

—Lo hemos hecho en nuestros sofás muchas veces.

Contengo una carcajada por lo que no debería decir, pero vamos, es Max.

—En esta posición no me… no por completo…

Max tira una risita, sensación que me hace cerrar los ojos al arquear mi cuerpo hacia atrás hasta caer sobre sus piernas mucho más relajada, cuando los abro veo a Aless con una gran mueca de hastío a mis espaldas.

Componemos nuestra postura, mejor dicho el idiota de Max casi me arroja al otro extremo del sillón para separarnos.

—Estoy harto de sus cochinadas. ¿Por qué me tengo que enterar si te caben o no las miserias de este?

—Envidia —vacilo.

—Miranda —Blanquea los ojos autoritario.

—Te iba a presentar a un primo de Max que está —hago un ademán intenso.

Al terminar el otoño [L #3] - Último Otoño Donde viven las historias. Descúbrelo ahora