Capítulo |11|

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Desde enero hasta marzo combatí una lucha interna por dejar de intentar verlo, de esperarlo, de despertar por la madrugada gritando su nombre deseando que todo fuese una pesadilla.

Al término del primer año las cosas mejoraron, me sentía mejor conmigo, la convivencia generó una especie de empatía que solo la cruda realidad podía desarrollar.

Hice un par de amigas con las cuales podía al menos sobrellevar la soledad y sumar fuerzas contra lo que nos aquejaba.

A los dos años mis objetivos impuestos iban tan bien que podía irme si conseguía el consentimiento de mi familia, pero no quería ni siquiera intentarlo.

Se aproximaba mi segundo otoño. Volvía a ver las hojas caer anunciando el invierno desde el interior.

Y era la primera visita que le aceptaba a papá.

Me ponía nerviosa verlo desde otra perspectiva, desde mi lado adulto y no la chica con aires de princesa que tenía feliz con obsequios y la cuenta llena.

La que no pedía saber más allá de lo que él quería decirle. La que se limitaba a ser perfecta y no provocarle dolores de cabeza a la familia.

Alessandro Livingstone se presentó aquella tarde en mi habitación. Desde los barandales podía ver cómo cuidó no ser visto ingresando aquí. Entonces me cuestioné; ¿Qué habrá dicho afuera sobre mi ausencia? ¿Master en finanzas? ¿Cursos en Italia? ¿Atender la agencia con Aless en Alemania?

—Hemos intentado hablar lo menos posible del asunto. Pasaste desapercibida hija —comentó acomodando su fino traje al sentarse en la mullida cama. Su mirada azulada se paseaba incómoda de una pared a otra.

—¿Cómo está mi madre? —pregunté siguiéndole de cerca.

—¿No te interesa saber cómo estamos el resto?

—Era lo único que me importaba de ti..

—No entiendo que te hice.

—La alejaste de nosotros para quedar como un excelente hombre merecedor de otra oportunidad, te las ingeniaste para que todos viéramos bien tu divorcio y como tomabas la mano de alguien con la mitad de edad que tú —Me sincere viéndolo de reojo. Sin notar una sola gota de arrepentimiento—. ¡Hiciste que toda la prensa la viera como una mala mujer y lo más asqueroso fue que a nosotros sus propios hijos nos vendiste la misma versión!

—¡Tu madre fue la que me pidió el divorcio!

—Mi madre necesitaba ayuda, ¿y dónde acabó? Aquí al igual que yo, eso solo me confirma que si tuviste el coraje para hacerle esto a tu propia hija claro que lo tuviste para con ella.

—No vine para ser juzgado —zanjó frotando la vena de su frente modulando su voz.

—¿Y qué esperabas, qué te aplaudiera tu poca hombría? ¿Que te preguntara como esta mi mami Merliah? —Mi estómago se apretó solo con mencionarla—. ¿Tienes idea de cuantas noches llore por no ser tan perfecta como ella? ¿Por sentir que estaba por encima de mí?

—¡Jamás te la impuse!

—Cuántas veces sufrí porque sin dudar tú la habrías elegido. Por que jamas le pusiste un alto en sus palabras...

—¡No tengo el tiempo para discutir contigo, vine a decirte que tu madre tiene cáncer terminal! —Le hice perder los estribos y con ello el tacto—. No debí, Miri..

Fue de los golpes más duros, el que me hizo despertar y querer salir del hospital a afrontar la vida real, a recuperar un poco de lo que ambas perdimos.

Esa tarde le pedí que solicitara mi salida, que ambos firmaramos nuestro consentimiento. Y, sí, pasaron más de veinticuatro horas para que se llevará a cabo y, Aless, mi hermano viniera a recogerme al día siguiente.

Al terminar el otoño [L #3] - Último Otoño Donde viven las historias. Descúbrelo ahora