Miranda Livingstone
—¿A qué edad perdieron la virginidad? —pregunta Alessandro girando la botella de vino que nos dejaron al centro de la mesa previo al inicio de la premiación. El aburrimiento nos obligó a buscar medidas desesperadas para convivir.
Es buen momento para cambiarme de mesa y fingir que no los conozco, aunque creo que desde antes ya le causabamos vergüenza a papá, puedo responder tranquila.
—Dijimos que no serían preguntas fuertes —aqueja Jolie acomodando por décima vez el escote azul de su vestido.
—¿Y dónde está lo fuerte? —refuta Aless—. Esos niños no salieron precisamente rezando.
—Ay no empiecen —los frena Isaí colocando ambos codos sobre la mesa—. A los dieciocho, pero todo se empezó a poner interesante a los veinticinco —comparte una sonrisa cómplice con su esposa y una caricia ambigua con sus manos.
—Ya imagino a Isaí todo asombrado después de haber estado con Jolie; ¡Y yo que pensaba que esto era nada más era para mear! ¡Lo estaba usando mal!
Todos en la mesa se ríen de los chistes feos de Alessandro, me incluyo. Reímos al unísono.
—Ahorita dice Alessandro que la perdió ayer, pero bajo el sagrado sacramento —debate Is.
Christina atraviesa colores no registrados por la humanidad mirando directo el mantel.
—A los veinte —zanja Aless—. No tuve las hormonas aceleradas como tú.
Los tres enfocan su mirada en mí.
Maldita-sea.
Inhalo hondo, ignoro que mi prometido está a mi lado, que Alessandro trae a su ángel malvado en mi contra y prosigo.
—A los veintiuno.
Daen hace cuentas con los dedos y se queda serio. No es el único que las hace, pero el rostro de ojos grises sonríe maléfico y el de mirada celeste tiene la boca por el piso.
—A los dieciocho también —informa Daen irrumpiendo nuestras sonrisas acomplejadas.
—La siguiente es el nombre —continúa el mayor haciendo que hundamos la cabeza.
—Estás idiota Aless. Además es mi turno, no hay forma de que responda más.
Frente a nuestras narices los flashes se encienden. Los camarógrafos y reporteros se acumulan cerca de la entrada cubriendo una nota más. La más novedosa de acuerdo al nivel de júbilo que los he visto experimentar.
Hannah aparece a lado de Louis Iverson luciendo un espectacular vestido rojo sumamente pegado a su increíble figura, lleva un escote revelador y su cabello achocolatado peinado en ondas con un sublime tocado negro en el lado izquierdo. Muy al estilo de las actrices de películas clásicas.
El pianista no se queda atrás, tan formal y cubierto como siempre. Su misterio resulta seductor, no por nada tiene embaucadas a todas las chicas de la ciudad.
Hay alguien más. Los reporteros se abalanzan sobre otro hombre de traje azul celeste con moño rojo cazando su atención. Maximiliam.
Una versión seria y apartada de él. Verlo me congela, su traje está muy pegado a los contornos de su cuerpo, luce más alto, más profundo y sí, demasiado atractivo.
Comienzan a preguntarle sobre su filme, su inspiración, si habrá una segunda parte, y sus proyectos actuales con la agencia Simmore.
Este es el verdadero Maximiliam, no el chico escondido en la clínica, no el hombre divertido y risueño. No el que raramente se había centrado en mí.
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Al terminar el otoño [L #3] - Último Otoño
Teen FictionUn productor acusado injustamente de desfalco ocultándose de las autoridades en una clínica psiquiátrica. Una joven con distintos complejos en reintegración. Una confusión que hará que ambos sean ingresados a la misma habitación donde él deberá co...