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Lo primero que te duele es la garganta.
Seca.
Árida.
Acartonada.
E infinidad de adjetivos más. Entonces te das cuenta de que ya no llevas el móvil en las manos.
El regalo de Tony. ¿Cómo pudo haber desaparecido sin más? Metes las manos en los bolsillos con desespero. Ni siquiera te das cuenta de que tu entorno  ha cambiado por el momento. El móvil no aparece, y tu vista se alza al cielo por fin.
Ahí es cuando caes en cuenta de lo que está pasando. De lo que te pasó...
—¡Mis manos! —Las elevas en alto para comprobar que estén enteras. Que no se han hecho cenizas como aquel desconocido con su hija.
Santo cielo, es de día. Antes no era así.
—¡Lizzy! —El extraño que antes se deshizo delante de tus propios ojos ahora grita corriendo a tu dirección. —¡MI HIJA! ¡¿LA HAS VISTO?!
El desespero en la voz de él te hace poner en  alerta. Las manos del extraño te agarran de los hombros mientras te menea de un lado a otro.
Sus gritos son tan estridentes que te hacen doler la cabeza y lo empujas lejos de ti, al menos, todo lo lejos que puedas.
—¡No sé a donde está tu hija!— Le gritas, y él finalmente parece haberse dado cuenta de que los dos estáis igual de perdidos.
Ni siquiera el callejón es igual que antes.  Hay más basura, y las paredes están llenas de grafitis que no te suena haber visto cuando te metiste dentro con anterioridad.
—¿Pero qué está pasando aquí?— Oyes al desconocido mientras te encaminas hacia al final del callejón, sin hacerle caso ya.
A primera vista, Nueva York sigue estando igual. Sin embargo, hay  ciertos edificios que no recuerdas haber visto antes. Incluso el aire te parece diferente.
Por momentos, crees, que te han enviado  a un mundo paralelo, casi idéntico al original, pero con algunos cambios. Sin embargo, por desgracia, no tienes tanta suerte.
El móvil que te regaló Tony ha desaparecido... Ugh... solo con pensar en él te duele el corazón.
"¿Estará  él bien?" Te preguntas hurgando en los bolsillos de tu pantalón y dándote cuenta de que todavía llevas la cartera encima.
— Oye, ¿A dónde vas?— El extraño pregunta al ver como tú sales del callejón y empiezas a buscar un  taxi.
—Lejos de aquí. —Es tu respuesta. — Suerte con encontrar a tu hija.
♣♣♣
Te queda algo de chatarra suelta en el bolsillo, y el trayecto más corto es el del trabajo.
Es día, y de todas formas, no hay nadie que te espera en el piso de todas formas. Por eso, cuando un taxi se detiene, lo primero que tú le dices es que te acerque al bar.
"¿Cuánto habrá pasado?" Te preguntas acomodándote en el asiento de atrás del taxi. "¿Doce horas? ¿Menos?" Razonas para tus adentros echando un último vistazo al cielo.
Cuando saliste del trabajo ya era bien pasada la tarde.
Pero te equivocas, vaya que si lo haces.  Lo descubres tan pronto cuando el taxista te deja en frente del establecimiento que ya no reconoces.
—Pero ¿Qué demonios?— Ni siquiera te inmutas cuando extraños se chocan contigo por la calle. Casi todos igual de perdidos que tú.— ¿Cómo es esto posible?
No puedes evitar quedarte un largo rato mirando embobada al escaparate. No solo está reformado el establecimiento, el nombre tampoco es el mismo. Si no fuese porque has visto a caras conocidas,  podrías jurar que le diste mal la dirección al taxista sin querer.
—¡Oh dios mío! Eres tú. —Quien lo dice no es otra persona más que Josiah, pero dios, qué cambiada está.
—¿Has... teñido el pelo de rojo?
—Después de cinco años, ¿Es eso lo único que ves distinto? —Josiah replica con ironía mientras te acerca para darte un abrazo.  No es un problema para ti, así que te permites ser abrazada por ella.
Incluso por un momento, tú crees firmemente que Josiah ha bromeado también con lo de los años. Pero cuando ella se aleja, y tú le preguntas por los demás... Josiah te responde que se han ido casi todos sin contar los que han desaparecido como tú.
Te fallan las piernas de repente, y no sabes muy bien como reaccionar a toda aquella situación.
No recuerdas lo que dices a Josiah después, solo que te encaminas al banco más próximo para sacar dinero y así coger otro taxi.
Josiah no te detiene.
♣♣♣
La tarjeta te falla una y otra vez.  Por eso te acercas a la recepción y te informas con la chica que hay allí.
La joven te explica, con indiferencia, que hace dos años que te han cerrado la cuenta bancaria a falta de uso. Lo poco qué tenías ahorrado lo han aplastado las comisiones del banco.
—Eso no es posible.— La dices sin creértelo todavía. — ¿Es una broma, verdad?
Pero la dependienta no ríe. Más bien se nota aburrida.
—Si no tienes alguna duda más...— Ella señala para que vengan otros que están detrás de ti.
—¡Espera! Por favor, yo...no tengo nada.— Te forma un doloroso nudo en la garganta. —¿Hay alguna forma de ayudarme? ¿Por ínfima que sea? Por favor.
Pero como es evidente, la chica de la recepción niega con la cabeza y a cambio te pasa una tarjeta con el número de contacto del paro, que allí te informarán todo lo necesario.

Es un milagro que no te hayas desplomado en el suelo impoluto del lugar, en frente de tanta gente desconocida que no le importa lo más mínimo tu bienestar.  Aunque a cambio, te diste la vuelta con la cabeza gacha, y te encaminaste al bar que ya no es el mismo de antes. 

Prácticamente, imploras a Josiah que te preste algo de dinero. La pelirroja te mira por un largo rato pensativa, antes de asentir con la cabeza, con lástima, quizás.

"Doy pena." Piensas avergonzada contigo misma, mientras prometes a Josiah que le devolverás el dinero tan pronto como consiga un empleo. Incluso, le preguntas a la pelirroja si acaso buscan gente en el bar, y Josiah simplemente niega con la cabeza.

"¿Ahora dónde?" La cabeza te da vueltas, y sientes un miedo atroz de ir a casa. Cinco años han pasado. Es más que evidente que tu piso habrá sido desalojado y habrán tirado todas tus cosas a la calle hace mucho. "¿Qué me queda?"

Te cuestionas, y por momentos no hay respuesta que valga. Sin embargo, tan pronto como la desdicha te corroe las entrañas, también te alumbra la esperanza.

Independiente de los cambios, Nueva York sigue viva. Los carteles de neón te dan la respuesta que necesitas a la duda de antes.

"Todavía me queda Tony."  Señalas con la mano a un taxi que pasa, y cuando se detiene a  recogerte, le pides que te acerque a Industrias Stark.

Independiente de la angustia de todo lo que está pasando, nerviosismo se hace acto de presencia en tu interior. Para ti solo ha sido un día, pero para Tony han pasado cinco años.

♣♣♣

El taxista te deja en frente del monstruoso edificio que empequeñece a cualquiera. Y por momentos te quedas allí, parada, embobada. Es obvio que si preguntas por Tony Stark, nadie te hará caso y te tomarán por una fan más de Iron Man, aunque por suerte, hay alguien más que conoces que te podrá llevar a él.

Happy Hogan.

Loving Iron Man (Iron Man x Tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora