Belgravia, finales de mayo de 1844
Las hermanas Littlewitton pasaban un agradable martes por la mañana acomodadas en los mullidos sofás de la sala de música. Unos pasos acelerados indicaron que alguien se acercaba a la habitación y las puertas se abrieron, dejando entrar a la condesa como una exhalación, con cartas en la mano.
—¿Algo interesante, madre? —inquirió Lady Elisabeth.
Lady Norfolk se dejó caer entre medias de sus hijas mayores, que se habían desplazado cada una a un extremo del sofá para dejar espacio.
—Invitaciones a eventos... Más invitaciones a eventos... Mmmm...—frunció el ceño—, una tarjeta de visita de sir George.
—¿Para quién? —preguntó Lady Georgina, levantando la cabeza de su labor de costura.
—Para Amelia, seguro...Sí, eso es. Aquí tienes, querida.
—Qué... uhm... cortés por su parte venir a verme —dijo cautelosa, mirando a su hermana, la cual se encontrada mirándose las uñas con mucha indiferencia—. Ah, es de ayer. Una pena que estuviéramos en casa de Lady Milton.
—...una invitación para tomar el té, Clarisse...de míster Eaton, por supuesto.
La aludida resopló y le arrebató a su madre la tarjeta, antes de partirla por la mitad con mucha intención. Lady Norfolk enarcó una ceja, pero no hizo ningún comentario al respecto, y continuó leyendo el correo.
—Otra nota para Amelia de...oh, vaya, de Lady Dalton.
—¿Lady Dalton? ¿Qué querrá?
—Ábrela —le animó su madre.
Lady Amelia cogió el sobre que le entregó la mujer y rompió el sello, de cera verde y con una rosa serigrafiada. En el interior se encontró una breve nota, escrita con una caligrafía elegante y, sin duda alguna, adulta y femenina.
—¿Qué dice? —inquirió, curiosa, Lady Georgina.
—"Estimada Lady Amelia —carraspeó—, mi querido míster Kingsbury y yo hemos estado hablando recientemente acerca de literatura y me ha recomendado un libro. Lamentablemente para mí, no me lo puede prestar porque según parece ese ejemplar pertenece ahora a su colección privada. Le pido, si no fuera mucha molestia, si pudiera venir en la tarde de hoy, miércoles, y hacerle el favor a esta vieja señora con la vista cada día más atrofiada, de leerle dicho ejemplar. Por supuesto no espero que se tarde un día, pero quiero pensar que encontrará mi compañía, si no agradable, al menos soportable, y que seguirá acudiendo todas las tardes. Mis recuerdos para su madre y su abuela —se tapó la boca con la otra mano—. Posdata, no hace falta que me confirme su asistencia, tan sólo venga en torno a las cuatro. La estaré esperando."
—¿Quiere que vayas a leerle un libro? —inquirió Lady Elisabeth, con una mueca burlona en el rostro.
—Eso parece. Madre, ¿debo ir?
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Belgravia [Libro I] - Escandaloso Debut 🩷
Historische RomaneEn la sociedad inglesa de mediados del siglo XIX todavía perduran viejas costumbres que algunos desearían que estuvieran erradicadas por completo. El deber y el honor se plantan cara a cara con el amor en esta novela repleta de giros de la trama que...