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Wiveton, diciembre de 1843

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Wiveton, diciembre de 1843

Las festividades navideñas estaban próximas a su fin. Los Littlewitton al completo se encontraban en su residencia del campo, Wiveton Hall; una inmensa mansión construida en el siglo XVII al norte del condado de Norfolk, en Inglaterra. El edificio llevaba generaciones siendo el hogar de los condes de Norfolk y de su familia. Quedaban escasos días para que el año 1843 culminase.

Lady Norfolk miraba melancólicamente por la ventana mientras veía llover aquella tarde. Pensaba que en pocas semanas se encontrarían de nuevo en Londres, pero, esta vez, la presión era mayor que nunca. Durante los próximos meses tendría que casar no a una, sino a dos de sus hijas, a ser posible con lo mejor que ofreciera la alta sociedad londinense. Y lo peor vendría después, ya que aún quedarían cuatro niñas más detrás de ellas. Y por si seis hijas supusieran poco reto, todavía faltaba contar con que la bala perdida de su primogénito desease sentar la cabeza en algún punto de su vida y proporcionar un heredero al título.

La familia Littlewitton estaba formada por Lady Bernadette Littlewitton, nacida Upshaw, viuda de Lord Marlon Littlewitton y madre de Lord Ingram y Lord Robert. Lady Littlewitton era una anciana menuda y con un perpetuo moño en la nuca. Siempre olía a perfume de violetas y sus vestidos solían ser de colores sobrios, aunque hacía años que no vestía de luto porque se había quedado viuda bastante joven. Llevaba siempre un bastón con la cabeza de un león grabada que tenía esmeraldas talladas como ojos. Dichas esmeraldas eran en recuerdo de Lord Littlewitton padre, del que Lord Ingram había heredado el color de los suyos.

Lord Norfolk era un hombre alto para la época, de afables ojos verdes y con una nariz larga y ganchuda, que terminaba en un poblado bigote, y que escondía unos labios finos. Su cara culminaba en un fuerte mentón y se extendía por el grueso cuello. Lo más notable de su apariencia, además de su bello facial, era la tripa tan grande y redonda que peligraba cualquier cinturón que tuviera la mala suerte de ser escogido ese día. Lady Penélope Littlewitton, nacida Heathington, llevaba casada con él tantos años que nadie parecía capaz de recordar el número exacto; y tenían siete hijos en total. La condesa era una mujer entrada en los cuarenta y con unos cálidos ojos marrones, que varios de sus hijos, sin duda, habían heredado de ella. Era de estatura normal y de constitución rolliza. Sus curvas eran producto del número de embarazos por los que había pasado, y que habían dejado huella en su piel —aunque nunca le había importado lo más mínimo—. De hecho, Lady Norfolk siempre encontraba ocasión de lucir unos generosos escotes de los cuales jamás se avergonzaba. Sin resultar vulgar, ya que todo el mundo respetaba mucho a los Littlewitton. Quizás, en parte, porque Lord Norfolk imponía mucho a todo aquel ajeno a la familia.

En cuanto a los hijos del matrimonio, por orden de nacimiento, se encontraban Víctor, las mellizas, Elisabeth, Georgina, Rosalind y Christine. En un primer momento las chismosas de Londres auguraron que no tendrían ninguno, debido a que el nacimiento del primogénito no tuvo lugar hasta pasados algunos años de la boda. Sin embargo, la extensión actual de la familia parecía haber probado que se equivocaban profundamente.

Belgravia [Libro I] - Escandaloso Debut 🩷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora