XVI

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Mayfair, mayo de 1844

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Mayfair, mayo de 1844

Durante aquel fin de semana de mediados de mayo las temperaturas eran cálidas y agradables en la capital inglesa. Los más que numerosos invitados de la fiesta se arremolinaban alrededor de las mesas con aperitivos y bebidas dispuestas en el jardín de la residencia de los marqueses de Surrey.

Lady Handville estaba eufórica de celebrar esa fiesta para anunciar —y fardar— que había conseguido que su poco agraciada hija Harriet se comprometiera con uno de los hombres más ricos de la temporada. Lord Thomas Ashton era un hombre quince años mayor que Lady Harriet y bastante poco agraciado también. Era viudo y tenía tres hijos de su matrimonio anterior. No necesitaba más que una madre para sus muchachos, y había encontrado en Lady Harriet una joven paciente y bien educada, y con una más que sustanciosa dote que había inclinado la balanza a su favor. Y sin mucho más que pensar, le había propuesto matrimonio. La muchacha jamás había pensado que algo así fuese posible, y aceptó inmediatamente al ver el enorme diamante que Lord Ashton le había colocado en el dedo.

Para los invitados, aún no quedaba del todo claro cuál de las dos mujeres se encontraba en una nube más alta. Madre e hija no podían dejar de sonreír ante la brillante noticia. Desde luego, habían hecho un buen negocio por ambas partes, pues la fortuna que habían juntado entre los Handville y los Ashton no tenía nada que envidiarle a los más ricos asistentes de la fiesta.

Lady Handville había hecho colocar candelabros y antorchas por todas partes del jardín. Quería que el lugar quedase bien iluminado, para que todos los invitados pudiesen apreciar el carísimo vestido que había hecho confeccionar para la fiesta de compromiso de su hija. Incluso había hecho a su servicio colocar una especie de tarima en los jardines para que se pudiera bailar igual de bien, o incluso mejor, que si se encontrasen en el salón de baile del interior de la vivienda. Y la orquesta que había contratado era tan grande que desde cualquier rincón de la ciudad seguro que se podría escuchar la música que interpretasen. Realmente Lady Handville era una mujer muy extravagante a la que le gustaba que la gente hablase de lo grandiosas que siempre eran sus fiestas. Y es especial, esa, que sería la más grande hasta que celebrasen la boda de los tortolitos.

Las mellizas no podían parar de lanzar miradas a cada rincón del jardín tan exquisitamente iluminado. Jamás habían acudido a un evento semejante. Lady Nana se agenció una silla y los demás hicieron corro alrededor de ella. Su hijo se ofreció a traer un refrigerio, y Lady Norfolk también se marchó.

—A ver si encuentro a nuestros amigos —dijo, alegremente, mientras se marchaba.

Y cuando regresó, lo hizo acompañada de Lady Elvina —sin su madre, afortunadamente para todos—, Lady Milton y su hijo, míster Brompton, acompañado de su madre y su hermana y míster Kingsbury del brazo del Lady Dalton.

Cuando Víctor volvió con los aperitivos para su abuela, se quedó observando a Lady Elvina, con la cabeza ligeramente ladeada y la boca un poco abierta. Parecía un tonto. Pero el ver aparecer a la muchacha, tan exquisitamente vestida, le había dejado sin respiración. Observó su cabello, recogido en tirabuzones sobre la coronilla, con mechones sueltos acariciando los hombros desnudos de la muchacha y deseó ser parte de él para poder balancearse libremente sobre la fina piel de sus clavículas. La muchacha se aproximó, y lo sacó de su ensoñación.

Belgravia [Libro I] - Escandaloso Debut 🩷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora