XXI

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Mayfair, mayo de 1844

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Mayfair, mayo de 1844

El penúltimo domingo de mayo de 1844 trajo consigo frío y lluvia a la capital de Inglaterra. Lady Elvina permanecía en su cuarto, aún impasible ante las preguntas y con su estado de ánimo representado en el temporal que se cernía sobre la ciudad.

Todavía no había salido de su cuarto, en parte porque la única vez que lo había intentado había escuchado a su madre hablando con Lady Milton en la sala de té, y Lady Bridgewater era aún un terreno en el que no se sentía con fuerzas de adentrarse.

Había perdido por completo la esperanza de que Víctor Littlewitton se presentase a disculparse con ella. Ni siquiera había sido capaz de enviar una nota, a diferencia de sus hermanas. Después de las averiguaciones llevadas a cabo durante la fiesta de té en la residencia de sir George, Lady Amelia le había escrito una extensa carta de dos caras en la que le confesaba que había desvelado la identidad de su amante y que le haría presentarse allí, aunque le fuera la vida en ello. Lady Elvina había respondido brevemente, agradeciendo a su amiga sus esfuerzos, pero negándose a recibir su ayuda. «Si me quisiera, hacía días que habría venido a por mí», había respondido. Incluso míster Kingsbury le había hecho llegar una nota con un breve «cuente conmigo para lo que necesite», que casi la había arrastrado a Belgravia a confesar ante la condesa de Norfolk lo ocurrido. Pero, simplemente, no podía hacerlo.

Una de las doncellas de Lady Milton irrumpió sus pensamientos al introducirse en el cuarto y comenzar a buscar entre los vestidos de día de la joven.

—¿Qué haces? —su voz sonaba ronca después de tantos días sin hablar.

La doncella dio un respingo, desacostumbrada a que le hablasen al entrar a la habitación.

—Disculpe, milady. Tienen visita y su madre quiere que baje.

—No quiero ver a nadie —dijo, mientras se daba la vuelta en la cama y se arropaba con la colcha.

—Milady, la señora también quiere que baje. Yo sólo hago mi trabajo.

En eso tenía razón. No tenía ningún sentido dificultarle la tarea y, si su madre la había hecho llamar, no estaría ni un ápice complacida si se veía obligada a subir a buscarla ella misma. Resopló, pero salió de la cama y se dejó vestir y peinar hasta que la persona que se reflejaba en el espejo volvió a parecer ella, y no un fantasma de lo que había sido durante las últimas dos semanas.

Aseada y arreglada, se dispuso a bajar hasta el salón de la planta baja, que era donde Lady Milton recibía siempre a las visitas. Aunque la puerta estaba cerrada, pudo escuchar con claridad la voz de un hombre, y el corazón de Lady Elvina se aceleró hasta que lo podía escuchar martillear dentro de su pecho. ¿Habría Víctor recapacitado por fin y venía a por ella? Presa de la excitación abrió la puerta con lo que probablemente era más efusividad de la necesaria, y la enorme sonrisa que adornada su rostro se esfumó en el momento en el que penetró en la sala.

Belgravia [Libro I] - Escandaloso Debut 🩷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora