Kensington Palace, mayo de 1844
Pese al escándalo, la vida siguió su curso durante aquella primavera en la capital. La temporada daba sus últimos coletazos al son de campanas de boda para unos, mientras para otros continuaba abierto el mercado y se agotaban las posibilidades de salir airosos.
Sir George había mantenido en pie su oferta de ser el anfitrión de una pequeña fiesta en los extensos jardines de su residencia de Londres, en uno de los extremos de Hyde Park. La reunión iba a ser bastante íntima antes de lo sucedido en casa de los marqueses de Surrey, pero ahora con más razón al haberse tenido que excusar Lady Milton y sus dos invitadas.
Había sido bastante cortés por parte de Lady Milton no obligar a sir George a anular su invitación, y aceptar que la situación para ella iba a ser algo delicada en el futuro cercano. Afortunadamente, con la llegada del verano partirían a York, y en la temporada venidera volvería a ser admitida, aunque aún con reticencia, en las veladas que sus vecinos y amigos organizasen.
Aquella tarde hacía mucho calor en la ciudad, y la sensación asfixiante sumada al estrés que sentían las mellizas Littlewitton iba en aumento por momentos. Después de haber hablado con Víctor, Lady Amelia se sentía aún más perdida de lo que había estado con anterioridad. Entre Lady Clarisse y ella no habían conseguido sacar mucho más en claro, y, lamentablemente, miss Rutherford y miss Saintclair tampoco habían visto nada.
No habían podido interrogar a miss Brompton, pero como ya les había dicho durante la fiesta que no pudo ver al muchacho, se encontraban en un callejón sin salida. Y todavía les faltaba desterrar por completo la idea de que hubiera sido míster Kingsbury, que tenía a Lady Amelia aterrorizada.
En el jardín de Kensington Palace, sir George había hecho colocar unas enormes pérgolas que daban sombra sobre la gravilla y ahuyentaban el calor lo suficiente como para poder pasar una velada agradable. Además, había hecho servir canapés y sándwiches de distintas variedades, y el servicio había colocado sillas y mesas donde sus invitados se pudieran sentar. La idea principal era fardar de sus posesiones ante Lady Amelia para terminar de inclinar la balanza de su corazón a su favor. Tenía en mente el recorrido que iba a hacer por las zonas protegidas bajo la sombra de los enormes robles, alrededor de las fuentes y de los invernaderos, y, si tenía ocasión, le regalaría otro bonito ramo de rosas.
Los invitados comenzaron a llegar, siendo míster Brompton, su hermana y su madre; además de Lady Dalton y míster Kingsbury los primeros en poder admirar la lujosa residencia del primo de la reina.
—¡No sabe cuánto le agradezco la invitación, alteza! ¿Ha tenido el placer de conocer a mi Josephine?
Poco después, y para alivio de sir George, aparecieron los condes de Norfolk, la condesa viuda y sus hijas mayores, en compañía de un malhumorado Víctor.
—Me alegro mucho de que hayan podido venir. Su extensa familia convierte todas las reuniones en algo memorable —dijo, besando la mano de Lady Nana, que sonrió complacida.
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Belgravia [Libro I] - Escandaloso Debut 🩷
Ficción históricaEn la sociedad inglesa de mediados del siglo XIX todavía perduran viejas costumbres que algunos desearían que estuvieran erradicadas por completo. El deber y el honor se plantan cara a cara con el amor en esta novela repleta de giros de la trama que...