I

8.5K 492 48
                                    

— Eso es todo perros, espero que les haya gustado el contenido de hoy. Nos vemos mañana, los quiero.

Mire con una sonrisa una última vez el rostro de mi hermano en la pantalla. Su típica seña con la mano y una sonrisa de tranquilidad.

Lo extrañaba demasiado.

Pero lo odiaba más por haberme dejado.

Finalmente cerré el portátil para encontrarme nuevamente en la soledad de mi cuarto. Casi cuatro años desde que se mudo a México, y yo seguía ahí, atrapada a unos cuantos —muchos— kilómetros de él.

Atrapada en Colombia.

La última vez que lo había visto había sido hace menos de seis meses, pero había crecido con su presencia cada día de mi vida que despertar y no poder molestarlo me dolía.

Algún día me las pagarás, Juan Sebastian.

Me levanté de mi cama tras dejar el portátil en la mesa que quedaba a mi costado.

Con los pies descalzos, y el frío dándome justo en ellos, camine hasta la ventana de la habitación. El clima no se veía favorable y ni hablar del panorama.

Tan gris. Sin color. Triste.

Tras hacer una mueca estire un poco mis brazos mientras soltaba un bostezo.

Debían ser cerca de las cinco de la tarde puesto a que Juan había decidido terminar temprano el directo de hoy.

Sin embargo, me lleve una —no muy grata— sorpresa al ver el reloj de la sala, pues este apuntaba a las 5:37 pm.

Y yo tenía que estar en mi trabajo antes de las seis.

Con una horrible sensación en mi estómago corrí a toda velocidad hacia mi habitación, sin excluir las múltiples groserías que salieron de mi boca cuando sufrí un golpe en mi dedo pequeño del pie contra la esquina de la cama.

Di pequeños saltos en el pie "sano", tomando el lastimado el mis manos, tratando de apaciguar el dolor.

Intento completamente nulo.

Con pequeñas lagrimillas en los ojos abrí el armario para tomar como flash el uniforme bien planchado de la cafetería, la cual, era mi trabajo y sustento.

— Auch. —Un pequeño quejido volvió a aparecer en el momento justo cuando mi cabeza golpeó contra uno de los cajones abiertos del armario, puesto a que la había agachado para abrochar mis zapatos, y cuando la levanté de nuevo ni siquiera me fijé que aquel cajón estaba abierto.

Muy mala suerte.

Creo que empecé el día con el pie izquierdo.

Intenté peinar un poco mi cabello oscuro, cosa que no funcionó, puesto a que este había amanecido en su era rebelde.

Maquille un poco mis pálidas mejillas, coloqué sobre mi nariz aquellos lentes y salí corriendo de casa.

No alcanzaría el metro, no lograría llegar a la estación a tiempo.

Sin más remedio, no perdí ni un solo segundo antes de comenzar a correr como si mi vida dependiera de ello.

Aunque en una pequeña parte si lo hacía, pues si volvía a llegar tarde, el jefe me despediría.

Sin fijarme, cómo siempre, termine metiendo un pie en un charco.

De nuevo, que mala suerte.

Luego de correr por más de quince minutos logré llegar a la cafetería. Estaba sudada, lo sabía.

𝐂𝐀𝐋𝐄𝐈𝐃𝐎𝐒𝐂𝐎𝐏𝐈𝐎 | ElMariana | CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora