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Faltaba relativamente poco para viajar a España, y mis nervios ya estaban a flor de piel.

Habían pasado cosas increíbles con Juan, al día siguiente después de jugar a las cartas estuvimos juntos todo el día. No encendió directo, y cuando todos comenzaron a preguntar por su ausencia lo único que hizo fue subir a historias una de las selfies que nos habíamos tomado.

Ambos con mascarilla a petición mía, y había ocultado mi user por mi privacidad.

Algunos ya me conocían por las anteriores historias que había subido, sin embargo, nadie sabía ni mi nombre, ni edad, y ni siquiera mi user en redes sociales.

Lo único que sabían era mi hermandad con Juan.

Debían ser cerca de las 10 de la noche. Ya habíamos cenado, el único problema era que no encontraba mi celular.

-¡Alyssa, vamos a llegar tarde! ¿Por qué te demoras tanto?

Escuché el grito de Juan desde el primer piso. Revise una última vez entre las almohadas, pero no había nada.

¿En dónde carajo se había metido ese mendigo celular?

-Eh, ¡Ya voy! -Sin más remedio salí de la habitación, tomando la maleta y cerrando la puerta tras de mi.

Baje las escaleras, observando a Juan, quien me veía con los brazos cruzados.

-Perdón, es que, no encuentro mi celular y-

Frente a mi apareció el aparato como si fuera arte de magia. Juan lo sostenía frente a mis narices con una sonrisa burlona y las cejas levantadas.

-¿Pero como...?

-Lo dejaste en la tienda de dulces, sobre el mostrador. -Me paso el celular, mientras lo guardaba en el bolsillo de mi chaqueta.

-No sé que haría sin ti, gafotas.

-Ni yo. -Sonrio una última vez, mientras tomaba mi maleta y la suya y comenzaba a llevarlas hacia la entrada de la casa.

Salimos finalmente, y mi hermano cerró la puerta con candado, a la par que llegaba el taxi que había pedido.

Juan subió las maletas al baúl, para luego subir junto a mi y pedir que nos llevarán al aeropuerto.

En poco minutos ya estábamos allí. Mi hermano, cómo buen hermano mayor que es, se encargada de hacer todo el proceso del check-in de las maletas mientras yo peleaba con una de las máquinas expendedoras.

La muy maldita no me había dado el dulce que, claramente, yo ya había pagado.

-Eh, Aly, Te das cuenta que estás maldiciendo una máquina, ¿verdad? -Detrás de mi apareció Juan, ya con las maletas listas.

-Pues... ¡Si! ¡Obviamente! Pagué por ese dulce, no es justo que no me lo de. -Renegue cómo niña chiquita, viendo enfadada a la máquina.

-Supéralo. -Lo mire mal por su comentario. Él solo sonreía. -Ya, deja la mala cara amargada. Ven, compremos algo en una de las tiendas para el viaje.

Podía afirmar que, efectivamente, ya eran las diez de la noche. Juan prefería viajar de noche, así duermes todo el recorrido y no gastas tiempo del día.

Minutos después ya estábamos haciendo todo el proceso del abordaje. Presente mi documento y mi boleto, y la chica, muy amable, me permitió la entrada.

Mi hermano me esperaba al otro lado de las puertas de vidrio. Caminamos por el largo pasillo, mirando los inmensos aviones. Era la primera vez que viajabamos juntos, pues cada vez que nos veíamos, o él viajaban a Colombia, o yo a México, así de sencillo.

𝐂𝐀𝐋𝐄𝐈𝐃𝐎𝐒𝐂𝐎𝐏𝐈𝐎 | ElMariana | CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora