XIX

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"I'll get down on you, get down on you."


—¿Alguna vez le has pedido un deseo a la luna?

—Si.

—¿Y cuál fue?

—Que me creciera el pene.

—¡Osvaldo!

Su carcajada fue lo siguiente que se escuchó. Probablemente, y a juzgar por el silencio que era corrompido por nuestra culpa, Jonathan o alguno de mis vecinos, no tardaria mucho en tocar la puerta de entrada y pedir que bajaramos el volumen de nuestras voces.

Llevábamos más de una hora hablando de cualquier cosa que pasará por nuestra mente, así fuera, tanto lo más interesante del planeta, cómo lo más absurdo e incoherente.

—¿Tú le has pedido algún deseo a la luna?

—Alguna vez, hace un par de meses. Solo recuerdo sentirme como Tiana, solo que en vez de una estrella, le hablaba a la luna como si estuviera loca.

—¿Y qué le pediste?

—Que me crecieran las boobies.

—¡Alyssa!

—¡Tú empezaste, pendejo!

—Juntarte conmigo te está afectando. ¿Dónde está la niña que le tenía miedo a decir groserías que conocí en los Esland y quién eres tú?

—Soy la gemela malvada de Alyssa. -Dije mientras hacia manos de jazz, y Osvaldo me miraba con una sonrisa burlona.

—¿A poco?

Reí más fuerte, recargandome en el barandal del balcón.

"El uno para el otro."

Incluso a la distancia la voz de Maru me atormentaba. Pero, ¿Y si era verdad? Aquello explicaría ese sentimiento de haberlo conocido de siempre. Aquella calidez que me brindaba su presencia. La comodidad que sentía cada vez que escuchaba su voz y la felicidad que me trasmitia su risa.

¿Él sentia lo mismo conmigo?

—¿Aly? —Supe instintivamente que aquella voz no pertenecía a Osvaldo, primero, porque no era para nada parecida, y segundo, porque él no solía llamarle Aly.

Gire sobre mis talones, para toparme con mi hermano, el cual vestía un lindo pijama de Spiderman. Sonreí al recordar que de pequeño, tenía uno igual.

—Son las doce de la noche, señorita. Es hora de dormir. Despídete de tu Romeo y a la cama. —Ordeno con la voz somnolienta.

Alce las cejas mientras caminaba hacia él. Extrañaba mucho ese lado protector y su instinto, ¿Cómo llamarlo?

Materno.

Cuando éramos niños solía mandarme como si fuera mi mamá. Debía de hacer los deberes cuando él me decía, o dormirme a la hora que él me indicaba. Jamás me molesto, y nunca deje de obedecerle, no hasta que se fue de casa. Simplemente, amaba sentir que mi hermano se preocupaba por mi.
Y podría decir que gracias a Juan, siempre fui una buena estudiante y persona.

No podría haber deseado un mejor hermano.

—Además, ¿Qué haces a estas horas con solo un buso de lana, eh? Pescaras un resfriado. Vengan, vamos adentro. De seguro amanecen enfermos.

—Patrañas. —Respondimos ambos al tiempo, entrando nuevamente al apartamento y cerrando la puerta del balcón tras de mi.

Juan me guío hasta mi habitación, y nos detuvimos en la puerta.

𝐂𝐀𝐋𝐄𝐈𝐃𝐎𝐒𝐂𝐎𝐏𝐈𝐎 | ElMariana | CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora