ἑκκαίδεκα

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Océano Atlantico

Percy se sentía completamente desquiciado, primero había aparecido el Wendigo, algo que en teoría no debería pasar, los panteones se mantenían separados para evitar problemas, pero al parecer al grandulón no le llegó el memorándum, segundo había perdido el control otra vez, pero esta había sido diferente pues en ves de querer matar a la criatura y de sentir un odio anormal en su interior simplemente quiso hacerla sufrir, y su cuerpo pareció responder a eso con el gas venenoso similar al que había usado Akhlys, y por si fuera poco Clarisse había aparecido mientras esa extraña niebla aún lo rodeaba, algo que molestaba aún más al hijo de Poseidón pues ahora le debía un favor a la hija de Ares, por suerte tendría tiempo para pagarlo después, pero ese pensamiento no era suficiente para calmarlo.

Percy siguió a Clarisse, Annabeth y Tyson a través del acorazado de la guerra de la Secesión, los muertos lo miraba con terror como si su presencia les recordara al sufrimiento eterno con el que eran castigados en el inframundo, a pesar que su apariencia sugiriera lo contrario, después de todo el Wendigo no había sido gentil con el, su playera estaba hecha tirones y la piel que no estaba marcada por pequeños cortes o piel quemada, cortesía de la Hidra, tenia capas de mugre y sangre seca que se acumulaba con una costra, su caminar era lento y sosteniéndose en todo lo que tuviera en su camino, generalmente Annabeth que no parecía molestarle que Percy la usara como soporte cada par de pasos.

Y después del pequeño tour por el barco en el que Clarisse se encargó de que vieran cada centímetro de este mientras tenía una mueca de orgullo en su rostro, la hija de Ares los llevó a través de los camarotes oscuros repletos de cadaveres ambulantes con aspecto espectral como si fueran la combinación perfecta de un zombie y un fantasma, también visitaron el cuarto de maquinaria donde la calderas resoplaban y crujían dejando maravillado a Tyson, y al lado de estas el depósito de carbón donde el calor era extenuante, los llevó por la cabina del capitán y hacia las torretas de artillería dándoles una rápida lección de cómo funcionaban, algo que la hija de Ares pareció disfrutar mucho, y probablemente más de lo que aparentaba debido a la mirada de sufrimiento que tenia el hijo de Poseidón.

Finalmente Clarisse los llevó a comer donde les informó de las narices del campamento, Percy decidió divagar en ese momento, ya sabía lo que diría, que Tantalo los expulsó del campamento y el Sr. D no permitiría que regresen, mientras las dos hijas de deidades guerreras hablaban y discutían un poco Percy se vio absorto en su comida, unas cuantas papas fritas que descansaban en un plato casi con el mismo aspecto que los marineros, y en su mente se repetía la sensación que había tenido cuando aparecieron los gases venenosos, amargura lo llenó antes de morder con fuerza una de las papas.

Después de eso Clarisse los dejó libres, aunque dejando en claro que eran invitados y no tenían poder alguno en el barco, claro estaba que Percy podía tomar el control cuando quisiera, pero no le apetecía, ademas aún estaba débil por los golpes del Wendigo y empezaba a sentir que su energía bajaba por haber usado la niebla de Akhlys, algo que acababa de descubrir que podía hacer, Percy decidió seguir a Annabeth y Tyson hasta el pequeño camarote que les habían dado, agradeciendo no tener que estar cerca de los fantasmas, y cuando Percy finalmente decidió acostarse en su hamaca para dormir y preparándose mentalmente para el sueño que tendría esa noche, Annabeth decido hablar.

"Bien Percy, es hora de hablar" dijo la hija de Athenea con un tono sin emoción alguna, Percy se volteo en su hamaca, a su lado destaca la de ella, y detrás de el estaba la de Tyson cuyos ronquidos resonaban en las planchas de metal que formaban la paredes del bote, en la oscuridad Percy no era capaz de ver el rostro de Annabeth, pero sabía que ella lo estaba mirando, muy probablemente buscando sus ojos y clavando su mirada en ellos como si buscara algún indicio de la verdad en ellos, después de todo los ojos son la ventana del alma.

Percabeth: La historia tiende a repetirseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora