τριάντα πέντε

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Laberinto de Dédalo
15 minutos después.

Annabeth estaba sentada en el frío y húmedo suelo de la caverna, sus piernas extendidas enfrente de ella, y estiradas sobre tierra y lodo, a pesar que había logrado encontrar un trozo de losa limpio. Enfrente de ella Rachel estaba sentada, sosteniendo sus piernas entre sus brazos. Parecía incómoda y asustada. Ananbeth sentía lástima por ella, tal vez su mente había estado abierta a ese mundo desde mucho tiempo atrás, pero era eso, una ventana, una puerta desde donde lo podía ver cómodamente sin tener que ser parte de ellos, sin tener que ver la parte más cruda y sangrienta de ese mundo. Pero las cosas habían cambiado, ella había decidió ayudarles, y había entrado a uno de los lugares más peligrosos con quien probablemente era el semidiós más peligroso durante las épocas más peligrosas para ser un semidiós o para entrar a ese mundo.

Annabeth recostó su cabeza contra el frío muro que tenía detrás, habian hecho un pequeño campamento en la grieta que habían encontrado antes. La buena noticia era que había encontrado a Percy, la mala, estaba fuera de combate. Después de encargarse del monstruo Percy había colapsado y desde entonces no se había movido. Annabeth le había pedido a Rachel que lo ayudara a meterlo a la grieta, luego lo había acomodado en el suelo, dejando su cabeza reposando sobre sus piernas como si fuera una almohada. Suspiro mientras su mano acariciaba su cabello lentamente.

"Perdón" murmuro Rachel, Annabeth levantó la mirada sin saber muy bien por que se disculpaba, no es que debiera, no tenía la culpa de nada. "No sabía en lo que me metía. Pensé que tendría respuestas, era tan bueno por fin conocer a alguien que no creyera que estaba loca... pero... ustedes viven con esto todo el tiempo..." concluyó, su voz se fue haciendo más baja con cada palabra que decía. Su mirada se negaba a abandonar el rostro dormido de Percy. Annabeth fijó su mirada en la hoguera que habían prendido, en realidad había sido Rachel quien lo había hecho, por alguna razón llevaba una caja de cerillos consigo.

"Es difícil de creer que haya causado todo ese alboroto hace rato" añadió la pelirroja, Annnabeth regresó su mirada a ella. No comprendía a que quería llegar, pero notaba la desconfianza en su voz, la inseguridad. Su mirada se dijo en Percy y Annabeth supo que, aunque no había visto todo, si había visto suficiente, tenía miedo "Solo digo, se ve tan tranquilo ahí durmiendo, y pensar que es tan peligroso como esos monstruos... como..." titubeo, desvió su mirada y arrugó el mentón. Annabeth frunció el ceño.

"Ah" suspiro Annabeth, ligeramente irritada. Cinco segundos antes ella misma había estado pensando en lo peligroso que era Percy, en que si alguien no le ponía límites terminaría destruyendo el mundo. Pero ahora, escucharlo se otra persona le molestaba, acaso no confiaban en el? Acaso Percy no había dado mil y una razones para probar lo que valía? Era peligroso, si, y a pesar de que fuera consiente de eso Annabeth aún consideraba a Percy alguien confiable.

"Percy no es peligroso, al menos no para aquellos que le importan. Es cierto, podría hundir todo el país bajo el mar si se lo propone, pero a fin de cuentas, es inofensivo." Murmuro ella, aunque para Rachel no sonaba muy convencida, Annabeth pasaba su mano Izqueirda sobre su brazo derecho de manera nerviosa. Aún así era incapaz de soltar la cabeza de Percy.

"No me parecía muy inofensivo" se quejó Rachel.

"Solo tienes que conocerlo mejor" empezó a divagar Annabeth "Al final te darás cuenta que es de los que más se preocupan, tal vez demasiado. Se preocupa tanto que ni se da cuenta lo mucho que lo consume" murmuro pasando enredando con delicadeza sus dedos entre su cabellos, estaba largo, más largo de lo que nunca lo había visto. Le daba un aire diferente a su apariencia rebelde que siempre tenía "Es complicado vivir como el vive. Sabiendo su futuro..." murmuro pegando sus labios al darse cuenta de lo que había dicho. Miró de reojo a Rachel y noto que ella no parecía percatarse "com una profecía colgando sobre su cabeza y sabiendo que puede perder a muchos en el camino..." corrigió ella "Sin embargo creo que eso lo hace más fuerte. Es poderoso, si. Pero es su voluntad, o su terquedad tal vez, es lo que lo hace tan increíble, tal vez por eso no hay nadie más en quien confiaría para una misión" agregó la rubia con una sonrisa en su rostro. Las llamas de la hoguera parecieron avivarse con sus palabras, como si la forma cálida y protectora en la que Annabeth hablaba fueran el combustible que necesitaran.

Percabeth: La historia tiende a repetirseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora