Recorrer Shenzhen fue como visitar un pueblo fantasma, literalmente no encontraron a nadie durante todo el trayecto de casi diez kilómetros.
Zia vio a los lados con confusión, estaban por llegar al aeropuerto y en el camino no se toparon ni con carros o transporte público.
Giraron hacia la derecha en una calle cuesta arriba, su destino se encontraba justo en la punta. Una vez que llegaron, Sakura frenó y la moto quedó de lado. En la entrada del aeropuerto había dos enormes pantallas que por lo normal mostraban la información de despegues y arribos.
Pero al momento estaban en rojo con un enorme mensaje:
"Toque de queda"
Fue hasta entonces que entendieron por qué estaba tan desierto el lugar.
Zia vio con confusión el mensaje y luego a su alrededor, ¿qué podría ser tan grave para que el pueblo estuviera encerrado?
Se bajó de la moto y Sakura lo vio preocupada al notar en su rostro que el sentimiento de angustia lo estaba consumiendo.
No tenían manera de comunicarse, en la explosión de la estación perdió el arma junto a su celular.
—Tenemos que encontrar un teléfono —señaló y miró su entorno. La ventaja de estar cerca del aeropuerto era que había muchos hoteles alrededor en los que podían resguardarse y buscar un medio de comunicación. Se revisó la bolsa del pantalón, su celular se perdió, pero afortunadamente su cartera no—. Vamos a buscar un hotel hasta que pase esto.
Sakura asintió mientras que él se volvió a subir a la moto. Avanzaron tres calles hasta llegar a un pequeño hotel. Dejaron su medio de transporte en la parte de atrás y entraron al lobby donde el recepcionista los vio con interés.
—¿No los detuvieron? —preguntó apenas Zia se acercó.
Él negó con la cabeza, a lo que el recepcionista lo vio con sospecha, pero se limitó a sacar unos papeles para que Zia los llenara.
Sakura miró con nervios el lugar, era un hotel pequeño que parecía haber sido remodelado hacía poco: el piso era beige y brilloso, las paredes se veían verdes y recién pintadas. Había un pequeño restaurante al fondo donde vislumbró gente parada que observaba las pantallas que colgaban del techo.
Al no poder controlar la curiosidad, caminó hacia el lugar.
Zia terminó de llenar los papeles y le dio su tarjeta al recepcionista. Mientras este la pasaba por la terminal, notó que su acompañante caminó hacia el restaurante. La observó hasta que el recepcionista puso una llave en el mostrador llamando su atención.
—Habitación trescientos ocho, disfruten su estancia —dijo con voz monótona.
Zia asintió y tras tomar la llave y su tarjeta, siguió a Sakura.
Ella estaba parada en la puerta del restaurante viendo una de las pantallas, ni siquiera hizo un movimiento cuando él se acercó. Cuando pudo ver su rostro, notó lágrimas, la vio con confusión y dirigió su mirada a donde ella tenía su atención.
Su estómago pareció caer al suelo, su respiración se cortó y su mente se puso en blanco.
En las pantallas estaba ese lugar en el que creció, en el que entrenó y prácticamente vivió la mitad de su vida.
Pero no era el que dejaron hacía unas horas, ahora era un lugar de destrucción. Su hogar, la casa de sus padres, el centro de toda la resistencia, estaba en ruinas.
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El poder en uno
خيال علميCuando el mundo se divide por temor a aquellos que son diferentes, una luz de esperanza se formará en medio de la traición y el alma quebrantada. Superando miedos, engaños y secretos; ellos se unirán para luchar y demostrar que no todo es lo que p...