Repercusiones

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Se aseguraron de que lo que estaba pasando en la plaza no fuera una cacería de Peris disfrazada de revisión. Cada pareja observó desde diferentes ángulos, siendo Lien el que más se acercó, pues sabía los movimientos de los agentes al derecho y al revés.

Ezra frunció el ceño al notar que la situación parecía algo sin importancia, solo era una fila y los agentes llamaban a ciertas mujeres sin armar mucho escándalo.

¿Por qué Reiku estaría en el lugar?

El tirano hablaba y reía con los lugareños en su perfecta actuación de mandatario amigable. Iba vestido de negro, como siempre, desde lejos se veía relajado y poco interesado en lo que sucedía.

—¿Lo escuchas? —cuestionó a su amigo.

Lien tardó en responder.

—Sí, el bastardo está pidiendo perdón por los inconvenientes, pero que es algo de rutina —espetó, hastiado—. Hasta parece agradable el desgraciado.

Cruzó la mirada con su prometida, quien había permanecido concentrada en la gente que llamaban. Si había un Peri, su amigo ex agente tenía que intervenir con ayuda de Lea.

—Se está despidiendo —anunció la mencionada en su oído.

—Va llegando su vehículo —informó Dara desde la entrada donde fingía comer helado con Egan.

El de lentes cruzó los brazos a la altura de su pecho y bufó. La primera actividad del tirano en semanas y parecía ser nada.

—Algo está mal —masculló—. ¿Por qué vino?

Akemi se encogió de hombros mientras observaba a los agentes terminar. Revisaron a otras dos mujeres antes de comenzar a desmontar el filtro.

Reiku se despidió en medio de alabanzas, fotografías y abrazos antes de finalmente retirarse con los agentes.

—Segundo piso —dijo Lea.

Ezra asintió tomando la mano de Akemi, el vehículo de escape ya estaba en posición, así que se encaminaron a él.

—No había Peris a nuestro alrededor —susurró la chica.

Volvió a fruncir el ceño y se dirigieron al estacionamiento, subieron unos escalones metálicos y vislumbraron un vehículo color vino dónde los demás ya los esperaban.

Suspiró de manera audible cuando encontró a Egan limpiando de manera tierna la boca de Dara mientras recibía miradas asesinas de Lien.

—Va a estar interesante el regreso —musitó Akemi.

No dijo nada, solo estiró la mano cuando el chico de ojos grises le lanzó las llaves en clara señal de que no estaba de humor para manejar. Subieron a la minivan, Dara se sentó hasta atrás con Egan, mientras que Lea aprovechó para acomodarse junto a Lien y recostar la cabeza en su hombro.

Ezra contuvo las ganas de entornar los ojos y se limitó a poner el vehículo en marcha, aunque por el retrovisor alcanzó a ver a su amiga pelinegra apoyar la cabeza en el vidrio, evitando ver hacia el interior.

Salieron de la plaza y tomaron un camino diferente al de Zia, avanzaron entre avenidas y calles hasta llegar a un camino rural. Tardaban el doble de tiempo en regresar al pent-house, pero siempre evitaban viajar por el mismo camino.

Entonces un fuerte escalofrío recorrió la espalda del de lentes, incluso jadeó y empuñó con fuerza el volante a la par que disminuyó la velocidad del auto. Frunció el ceño tratando de convencerse de que estaba alucinando, pero no; esa presencia, la primera que Akemi le enseñó a identificar, seguía ahí.

El poder en unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora