Muerte encarnada

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Reiku bajó por unas escaleras de piedra que parecían ser de antiguas ruinas, las paredes a su lado eran de una roca amarillenta y soltaban un polvo del mismo color que por momentos provocaba una picazón en la nariz. Al descender hasta el final, se topó con lo que a primera vista parecía ser un lugar sin salida, sin embargo, él se paró frente a un muro mientras los agentes lo vieron con expectativa.

—De tin marin de don... —dijo con ironía y miró fijamente en medio—. Pingüe —concluyó con una risa maquiavélica y con su mano presionó un punto casi en medio de la pared.

El lugar tembló y poca tierra cayó por las esquinas, a la par que el muro se hacía unos centímetros atrás para luego levantarse.

Los agentes apuntaron sus armas apenas este dejó a la vista una sala de concreto llena de computadoras con iluminación blanca, en ella encontraron a varios miembros de la resistencia, entre ellos al consejo de ancianos y el equipo de científicos.

Reiku sonrió abiertamente cuando los agentes entraron para sacar a los refugiados.

—¿Qué hacemos con ellos? —preguntó uno de los generales al ponerse a su lado.

—No sirven de nada —contestó el tirano mientras veía con satisfacción el miedo en los ojos de todos.

El general asintió y se alejó entendiendo la orden.

Cuando Reiku reconoció a Kamal entre el tumulto, se acercó al que lo llevaba.

—Yo me encargo de él —dijo con una sonrisa que dejó a la vista toda su dentadura.

El agente asintió y se dispuso a subir a otras personas, no queriendo presenciar lo que sea que fuera a hacer el hombre. A pesar de servirle, sabía perfectamente bien lo que aquella mueca significaba.

Una vez que estuvieron solos, Reiku caminó alrededor del científico con las manos en la espalda.

—Te di la oportunidad de la grandeza y la rechazaste por tu fidelidad a una familia —recordó en un murmullo.

Kamal solo vio a un punto en la pared y mantuvo la compostura.

—No fue a una familia, fue a mis principios —alegó con firmeza.

El tirano rio con fuerza.

—No veo que tus principios te vayan a salvar —señaló con ironía—. ¿Cómo la someto?

El científico rio con sarcasmo y lo miró fijamente.

—Estás más loco de lo que creí si en serio pensaste que te ayudaría a destruirlos.

Reiku puso su mano boca arriba y la elevó ligeramente, las luces a su alrededor comenzaron a parpadear mientras Kamal se despegaba del suelo, lentamente su espalda se empezó a arquear hacia atrás sin que él pudiera hacer algo para evitarlo.

—Pregunto como una cortesía, ya tengo un plan formado —rebatió con una sonrisa de satisfacción.

De la parte de arriba se escucharon gritos y disparos, seguido del sonido de cuerpos que fueron golpeando el suelo.

Kamal lo miró con dolor en sus ojos en medio de jadeos.

—Eres un demonio —dijo con dificultad.

Reiku le respondió con una sonrisa macabra.

—No soy un demonio. —Movió su mano de manera vertical y escuchó con satisfacción como los huesos de la columna vertebral de Kamal tronaron—. Soy la muerte encarnada.

Cerró la mano y el cuerpo sin vida del científico cayó con un golpe seco, el difunto terminó con la cabeza entre sus piernas, mirando hacia arriba, junto a un gesto de inmensa agonía grabado en el rostro para la eternidad.

El poder en unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora