V - Viejas amistades

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No entró a la ópera aquella noche, dejó su carruaje listo para su hermana y cuñado y se fue al bar de Will Mondrich. No entendía porqué Penélope se tuvo que ir, pero había algo en su mirada y la forma en la se encontraba que lo llenaba de terror total.
Trató de pensar con tanta objetividad como le fuera posible. Penélope estaba emocionada de asistir, él sabía que ella disfrutaba mucho de la ópera y le gustaba. Aquella noche era el estreno de una nueva ópera italiana y podía apostar un brazo a que ella quería verla. Lucía muy hermosa con aquel vestido. Lo más inusual era que se cubría con un chal blanco de seda y no lo soltaba para nada.

La gente murmuró. —Tal vez fue eso. -Dijo dando un trago al coñac que le habían servido. —No, no, hay algo más. -Por más que lo pensaba no lograba dar con lo que puso a Penélope tan mal. No soportaba su dolor, y su expresión completa era como si algo la hubiera lastimado muchísimo. —Pero no fui yo.

—No deberías hablar solo, la gente dirá que estás loco.

—Tal vez lo estoy, sí, estoy enloqueciendo. -Dijo dando otro trago. Realmente necesitaba un consejo, y necesitaba saber más. —Mondrich, en el pasado ¿Escuchaste algo sobre Penélope Featherington? Al menos los años desde el punto que ella me rechazó.

—No mucho. Se mudó con su hermana, lady Crane, a Kent. No vino por aquí en tres años, llegó al cuarto y sé que consiguió un trabajo en casa del señor Pettigrew, pero renunció.

—¿Alguna idea de lo que pudo haber pasado en esa casa?

—No tengo idea. Sé que la señorita vivió en una habitación alquilada en Bloomsbury cerca de la nueva casa de mi familia. Aunque nunca nos pidió nada, y tampoco aceptó nada.

—Estúpida Penélope orgullosa. -Dijo en un murmullo. —Bien, ahora está con mi hermana Daphne, es institutriz de mi sobrina. Estará bien.

Pettigrew. A Colin no le caía bien aquel hombre. Un cincuentón que se sentía superior a todos y todo, y que había destrozado muchos de sus escritos como crítico, incluso los buenos. Y siempre le decía que siendo de una familia importante ni siquiera debía molestarse en labrar una profesión puesto que la gente lo seguiría por ser un Bridgerton, no por ser talentoso. —¿Se encuentra bien?

—Sí. Solo estoy pensando, Mondrich. -Tenía que ser más claro en sus recuerdos, se sirvió otra copa de coñac y la bebió de golpe intentando regresar al pasado con su mente.

Lo que sabía de Penélope es que jamás en su vida había pensado en ser una institutriz. Penélope era una romántica que creía en el amor y quería casarse y tener hijos, también escribir, era buena redactando cosas, las veces que viajaba ella le contaba día tras día de los bailes cuando volvía en sus narracciones, y lo hacía con un lenguaje mordaz pero divertido, nunca publicó nada, pero de haberlo hecho, habría sido una excelente escritora de chismes, sabía que sus sueños se vieron truncados una y otra vez por idiotas. Recordó el primer año de ella en la alta sociedad, si bien quería retrasar un año su presentación, su madre no lo permitió, así que era una niñita insegura de diecisiete años que pasaba la mayor parte de sus noches en una esquina de un salón de baile. A él no le gustaba eso, conocía a Penélope y sabía que esa tímida chica no era su versión real pues ella era divertida, tenía comentarios muy audaces, además de ser muy inteligente y fue cuando se propuso ayudarla aunque no de forma tan descarada a que ella cumpliera sus sueños y su independencia.

Pero no resultó aquel primer año, aunque sí que disfrutó de su compañía. Escuchó los comentarios de la gente cuando la sacó a bailar en Vauxhall, o cuando estuvo riendo y conversando con ella en el baile de Lady Troubridge. De vez en vez iba a su casa y se quedaban riendo mientras comían galletas y hablaban de todas las cosas que amaban hacer.

En verano él se fue de viaje, pero semana tras semana le escribía cartas y ella contestaba todas. Al regresar de Austria le trajo su primer obsequio, una cajita musical con un vals que sonaba al darle cuerda y en el comienzo de su segunda temporada estuvo muy cerca de ella en la carrera real en Ascot, y también la invitó a bailar durante la fiesta de su propia madre, el baile de flores y corazones donde su hermano Anthony se comprometió con su cuñada, Kate. Recordó como pasaron ignorando toda la ceremonia mientras hablaban muy bajito y se reían en plena iglesia y luego, el banquete.

—Es difícil ver que está terminando la temporada y todavía no aseguro una propuesta. Mi mamá dice que voy a ser una solterona y ese es un futuro trágico.

—Pen, no serás una solterona. Lo prometo.

—¿Y qué harás? ¿Convencer a los caballeros de Londres que casarse conmigo no es una burla total?

—Dios santo, Pen... No digas eso. Sé que hallarás a alguien para ti, hay muchos hombres. Lograrás conseguir tu propósito, yo sé que tu propósito te desafiará a ser valiente e inteligente.

—Colin...

—Escúchame. Sé que harás algo realmente motivante y satisfactorio, algo que hable de como serás y no como eres ahora. Tendrás la vida que mereces y cumplirás tus sueños, y yo te conozco, sé que tus sueños son más grandes de lo que aparentas.

—Son fantasías. Debo dejarlas de lado y aceptar la realidad.

—Yo creo que puedes cumplir esas fantasías.

—¿Sabes? Tu hermana tenía razón. Eloise.

—Trato de no pensar en que mi hermana suele tener razón en algo ¿Qué pudo haber dicho mi hermana para que pienses que tiene razón?

—Me dijo que tú me quieres. Que jamás me abandonarias. Que eres un amigo de verdad y empiezo a creer eso ahora.

—¿Lo dudaste antes?

—No, bueno, es extraño, jamás lo pensé así. No creí que me tuvieras en tan alta estima. Normalmente cuando las personas me ven... no me notan realmente. Así que debo agradecerte por ser un amigo constante y leal.

—Yo debo agradecerte a ti. A mi tampoco me notan, solo me conocen por ser un Bridgerton, pero tú si me ves a mí, a Colin. Siempre siento como si fingiera delante de los demás, pero contigo no debo fingir. Eres especial para mi.

—Y tú... para mí.

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