XXI - Al arte del cortejo

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Colin se instaló en la casa de su madre que tenía en Kent junto a su hija pero era como si no estuviera pues Violet y sus nietos, que la habían acompañado al campo. Todavía quedaba mucha temporada en Londres para disfrutarla, pero muchos de los Bridgerton terminaban yéndose al campo porque no soportaban el tedio de la ciudad.
Violet era una de esas, sí le gustaban las fiestas, pero más le gustaba estar con su familia. Y ahí estaba con los más pequeños del clan sentada en una manta en medio del jardín teniendo un picnic.
Y además Anthony se había ofrecido a enseñarles a jugar pall mall, por lo que seguramente en unos días irían TODOS a la casa solariega de los Bridgerton, Aubrey Hall.
Lo cuál venía perfecto a sus planes porque quedaba muy cerca de Danbury House, veinte minutos en carruaje si había buen tiempo.
Escribía tan rápido como podía pasando las cartas y sus viajes al nuevo cuaderno que serían parte de sus regalos a Penélope.
Mientras estaba en su tarea autoasignada, Benedict se acercó y se sentó a su lado. —Estás increíblemente concentrado. Hace mucho no te veía escribir así. ¿Algo nuevo o especial?

—Nuevo, no. Especial, sin duda. -contestó con una sonrisa. —A Penélope le gustaban mis diarios de viaje. Decía que era muy bueno describiendo los lugares. Espero poder llevarla a todos los lugares, pero primeramente... Venecia.

—¿Le vas a regalar tus viajes? Eso es interesante. Seguro funcionará.

—No te portes condescendiente conmigo.

—Lo digo de verdad. -contestó con una sonrisa. —Yo no soy quien para juzgarte como llevas un cortejo. Yo saqué a mi muy amada esposa de la cárcel ¿Recuerdas? Era inocente, Araminta solo quería desgraciar su vida.

—Y en menos de tres días estabas casado porque todos supieron que pasó la noche contigo. -Él había pasado la noche con Penélope y aunque habría sido sencillo utilizar eso para coaccionarla, Colin prefería que nadie se enterara y Pen tuviera algo de dignidad y respeto. —Ben... ¿Sabes que Penélope se fue de mi casa? Le escribí a Lady Danbury para que la recibiera unos días en su casa, pero, tengo que decir que es mi culpa porque...

—¿Metiste la pata? Eso es obvio. Es más, madre diría que es obvio que los cuatro a veces nos portamos algo bestias.

—Sí. Bastante. Pero Anthony es el peor.

—Concuerdo. -los dos rieron y Benedict suspiró algo cansado. —Tengo sueño todo el tiempo. No es normal.

—Y Sophie sin embargo se ve llena de energía. Pareciera que tú fueras el embarazado. ¿No quedaste tú encinto?

—No. Estoy seguro que hice bien mi trabajo y ella es la embarazada. -dijo con una risita. —¿Y qué hay con Penélope? Eloise me dijo que piensas casarte con ella de una vez por todas, favor que nos haces. Intentamos por años sacarte del agujero donde estabas y ella lo logró en semanas que estuvo en tu casa.

Colin asintió riendo. Era cierto después de todo. —Lamento haber estado tan insufrible. Sé que querían lo mejor para mí y no cooperé demasiado.

—Nada en lo absoluto, pero eres mi hermano menor y te quiero.

—Que sensible estás ¿Seguro no eres el embarazado? -Comenzaron a reír y pidieron algo de comer mientras Colin seguía escribiendo. Su hermano era artista, ¿quién mejor que él para hacer que aquel cuaderno cobrara vida? Había estado con él en Venecia pues quería aprender del arte. A Penélope le encantaría. —Necesito un favor.

—No te dejaré ganar en el pall mall para que tu orgullo se recupere.

—No, además Anthony dijo que jugarían los niños. Y nosotros cuando sea la reunión de campo que organiza Kate. Y ya te ganaré limpiamente. -Ambos rieron y él le pasó el cuaderno a su hermano. —hay dibujos que quiero en este cuaderno.

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