VII - Pasado y presente

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Si había una persona a la cual Colin respetaba y temía a partes iguales (y que no era su madre), ese era su hermano Anthony. Su temor hacía él era la razón por la cuál, pasado una semana, no había dicho todavía a su familia -además de Daphne.-la existencia de Lizzie. Y sabía que su hermana sería muy discreta al respecto.

No tenía que preocuparse demasiado, después de todo, su hermano, el vizconde, no visitaba mucho su casa y él solía ir más a la principal de los Bridgerton debido a los múltiples deberes de Anthony.
Se encerraba por horas a escribir -o a intentar hacerlo pues el bloqueo que sufría era excesivo. -y dejaba a Penélope con la pequeña sin pasar mucho tiempo con ella. Aunque le gustaban los niños aún le costaba reconocer que Elizabeth fuera suya. Sí, la niña era igual a él, podía verla de vez en vez corriendo hacia la cocina y robar pastitas de hojaldre, tenía su misma sonrisa endiablaba y solía zafarse de los problemas con facilidad.

Aunque también tenía un aire muy triste, un espíritu dolido que le recordaba a una mujer.

Julianne.

Los pocos momentos que estuvo sobrio en su estancia en París podía recordar a una chica rubia, muy delgada y de ojos color miel que estuvo a su lado escuchando sus desgracias que había pasado antes de irse. Estaba ahí asegurándose de que comiera, de que se bañara y vistiera, pero lo que él recordaba era que ni siquiera quería abrir las cortinas del cuarto donde estaba. De no haber sido por Julianne habría muerto.

Recordó apoyado en la ventana como ella lo había encontrado en un callejón y lo llevó a su pieza totalmente golpeado y con algunas heridas. Se había quedado ahí al lado suyo mientras estuvo convaleciente y se aseguro de cuidarlo, de que no tuviera fiebre y de quitarle toda la suciedad que llevaba encima.
Recordó como le había hablado de Penélope y como había llamado a su amiga "Estúpida" tantas veces que perdió la cuenta.
Y recordó como Julianne le dijo que volvería a amar otra vez.
Supo a que se dedicaba. Para sacar algunas monedas para poder comer, ella vendía su cuerpo a algunos caballeros y en otras ocasiones, bailaba en un cabaret. Como ella lo había ayudado, él decidió ser un héroe y salvarla a ella, así que por el tiempo que estuvo en París, él se encargó de todo, y sintió algo de cariño por Julianne.

Prometió ayudarla después de que sus hermanos se fueran pero jamás cumplió su promesa.

Ni siquiera eso pudo hacer bien. -Lo lamento, Julie. Prometí algo que no cumplí, pero no volverá a pasar. -La última carta de ella era para pedir por su hija, Elizabeth era una niña en un mundo de hombres, y sabía que si Julianne no la hubiera enviado a Inglaterra con él, el destino de la pequeña habría sido igual que el de ella, estar en las calles dejando que hombres se aprovecharan de ella y fingir que aquello era suficiente.

Se alejó de la ventana y decidió ir a ver a Penélope que debía estar con Lizzie. Lo que se encontró fue una escena de lo más conmovedora. Su hija lloraba y Pen estaba en una esquina con absoluta seriedad cruzada de brazos. -Elizabeth, no tienes porqué llorar. No te he hecho nada.

-¿Necesitas ayuda, Pen? -Se asomó por la puerta y la pequeña olvidó su llanto unos segundos y se levantó del suelo y corrió hasta Colin abrazándolo de la pierna.

-Creo...

-Ha sido un día horrible, papá. -Elizabeth No dejó de mirar a Pen con mala cara mientras seguía hablando con su padre. -Me ha tenido toda la mañana en tareas ¡Ya me las sé! Sé diferenciar un círculo de un cuadrado. Luego hemos ido de compras y se ha portado muy mal conmigo. No me ha comprado todo lo que yo quería.

Colin miró a Penélope y ella suspiró. -El rojo no es un color apropiado en un vestido para una niña de tu edad. Y no necesitas tener un lagarto como mascota.

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