XVIII - En contra del deber

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Despertó primero que ella. La luz que entraba por la ventana le hizo saber que ya era de día y el reloj de la pared le daba justo la hora.
Nueve de la mañana.

Penélope estaba acurrucada en su cama, cobijada con sus sábanas y con el cabello suelto encima de sus almohadas.
Respecto al honor había cometido un grave error, pero hablando desde el deseo, le encantaba que ella estuviera ahí.
La abrazó más y la acarició tiernamente sabiendo que ese momento era único y no se repetiría. La vio removerse y abrir los ojos lentamente, y después de un bostezo darle una sonrisa. —Hola.

—Hola. –Le contestó sintiéndose ligero. Más que en toda su vida. Le dió un beso en la frente a Penélope y la vio sonreír. —¿Cómo te sientes? ¿Estás bien? Anoche fui algo rudo.

—¿Rudo? –Preguntó curiosa mientras le acariciaba la cara. —No me pareció. Estoy bien, de verdad, aunque todavía siento la piel erizada.

—¿Ah sí? –Comenzó a reír y la atrajo en un beso. No había despertado así de feliz en años, la última vez que recordaba era navidad y su padre todavía vivía. Penélope le había dado alegría y eso le encantaba.
Aunque rápidamente se le borró la sonrisa al recordar la magnitud de lo que había sucedido en la noche. Se levantó y se vistió deprisa y salió del cuarto tan rápido como se lo permitieron sus pies dejando a Penélope totalmente aturdida. No escuchó si ella lo llamó por su nombre, seguramente lo había hecho pero no escuchó.

Había lanzado por la borda todo su plan, y ahora debía buscar la manera de resolverlo.

El desayuno le resultó pesado y la soledad de su estudio totalmente abrumadora. Había prometido ser un caballero con Penélope, pero había lanzado ese juramento al Támesis tan pronto como ella apareció en la puerta de su habitación.

Aunque era injusto echarle toda la culpa. Pudo haberle contado lo que pretendía. —Eres un estúpido.

"Usted no entiende todavía que a veces se hacen locuras por amor."

Esas palabras se las había dicho Julianne una vez y no se las había creído, pero ahora lo entendía, había cometido un error, una locura por amor. Y no sabía que decir al respecto.

***

Penélope se quedó en shock al ver a Colin salir tan rápido. Aunque lo había llamado por su nombre él no había escuchado. Cómo si estuviera atrapado en su mente.

Cuando despertó y lo primero que vio al abrir los ojos fueron los suyos estaba "endiabladamente feliz", y ahora entendía el adjetivo. La luz del sol entraba por la ventana y el frío se notaba en la habitación y sin embargo tenía calor al estar envuelta en sus brazos.

Ahora él se había ido dejándola pero sabía que algo lo atormentaba. Se acurrucó con las sábanas y al recordar la noche anterior, sonrió feliz por todo.

Tenía unos hombros muy anchos, pensó ella, y unas caderas más estrechas que las suyas. Sus brazos, totalmente poderosos, fuertes, y sin embargo la habían abrazado con muchísima ternura y cariño. El ligero vello que cubría su pecho... Suspiró encantada y son querer salir de la cama que todavía olía igual que él.

Estaba feliz.
Pero se esfumaba rápido esa felicidad porque no comprendía la razón por la cuál la había dejado sola.
Tenía que saber...

Bostezando, se incorporó y apartó las sábanas para buscar su camisón y vestirse. Correría a su habitación y se prepararía para el día.
Tardó como hora y media en arreglarse porque de vez en cuando sentía que flotaba en una nube, se bañó, arregló su cabello y ya que tenía un vestido verde con algunas flores bordadas que había escogido decidió usarlo; buscó a Colin y lo encontró en su estudio, miraba fijamente por la ventana hacia el exterior, ella entró con una sonrisa. —Colin... ¿Estás bien?

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