XXIII - El monstruo de ojos verdes

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En la obra de Otelo, Desdémona era inocente. Su amor era Otelo pero él caía en el monstruo de ojos verdes creyendo que ella era infiel.
Shakespeare llegó a decir que "la vida es teatro", y era su manera de expresar la realidad. Los seres humanos son dramáticos, ceden ante las pasiones, explotan sus sentimientos. Cada persona cumple un papel dependiendo del momento en el que esté su vida, y no solo son actores dentro de la obra de su vida.
También dirigen sus acciones y responden con una decisión ante sus obligaciones, deberes, responsabilidades... y las decisiones forman caminos.

Y la vida es teatro porque es improvisación. No hay diálogos establecidos, pasamos de la tragedia a la comedia en un abrir y cerrar de ojos, y con el último suspiro se pone el telón.

***
Parecía irreal, nunca pensó que viviría un deja vu, pero la vida suele dar vueltas. Seguía asustada por no saber que ocurriría con ella si de verdad estaba embarazada de Colin; estaba también ansiosa por saber cual sería su reacción si le decía sus sospechas, y, ahora añadía el hecho de que a sus veintiocho años, estaba siendo cortejada por un hombre honorable, noble y que no iba a jugar con ella pues le agradaba.
Eso sí que era como una novedad. Nunca le había gustado a ningún caballero, ni siquiera a los de segunda o tercera clase.
Atrapar marido en sus años de juventud había sido una tarea imposible.
Y ahora que alguien estaba interesada en ella, ella estaba interesada en alguien más.
Cada día leía el diario de Colin sobre Italia, pasaba de Venecia a Roma, también Florencia. Era como si su tour lo hubiera llevado por todo el imperio antiguo.

Y le encantó la descripción de "El nacimiento de Venus", del pintor Sandro Botticelli.

Colin le estaba demostrando ser un pretendiente bastante aguerrido, pues cada mañana le enviaba un ramo de flores.
Aquel día fueron tulipanes rosados.
Sin embargo, quien fuera a visitarla no fue Colin, sino Lord Emmett Durand y también le llevaba un ramo de flores. Margaritas. -Buenos días, señorita Penélope. Espero que hoy se encuentre bien.

Estaba hecha un nudo, a decir verdad. -Estoy bien, gracias. -se había parado a las siete de la mañana a vomitar y se sentía terriblemente indispuesta. No había podido probar el desayuno y estaba pálida. -Bueno, creo que he tenido problemas con la cena. -Dijo antes de servir un poco de té y ofrecerlo al caballero y tomar para sí misma. -Espero me disculpe si llego a excusarme.

-No hay ningún problema, señorita. Su salud es primero. Espero que no le moleste, pero he hablado con Lady Danbury y me ha dicho que le gusta muchísimo la lectura.

-Soy muy aficionada a leer, milord. Me gusta compartir historias y conocimientos.

-"El amor es una locura muy sensata, una hiel que ahoga, una dulzura que conserva".

-Shakespeare. Romeo y Julieta ¿Ha leído a Shakespeare?

-Sí, y por lo visto usted también. -Penélope sonrió y asintió. -es bastante dramático.

-La vida suele ser muy dramática, honestamente. Cuando se toman decisiones, hay caminos que se forman. Y pueden llevarte de un lado a otro y pueden hacer que te arrepientas de lo que has escogido o hacerte sentir tremendamente feliz.

Lo había dicho pensando en sí misma, se arrepentía de muchas cosas. Se arrepentía de no haber publicado nunca ningún libro o siquiera un panfleto, se arrepentía de haber permito que lord Fife la ilusionara, se arrepentía de no haberle dicho a Colin a sus dieciocho que estaba enamorada de él y confundirlo todo con amistad. Se había tragado muchas palabras que necesitaban salir de su garganta y esas decisiones habían hecho un camino en dónde había sufrido. -Yo siento que he sido tremendamente feliz, y aún sigo decidiendo por ser feliz, señorita Penélope.

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