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*** DOS AÑOS ANTES ***

- Samanta – el grito sonó como un estruendo cuando la vio caer en el pavimento, saltó su Davison Fad Boy en un movimiento dejando que esta condujera sola hasta estrellarse, corrió arrodillándose ante ella. El auto con el hombre que le había disparado ya había desaparecido, la posó en su regazo y le acarició la mejilla como si se tratara de una muñeca de cristal punto de romperse. Los ojos de la chica lo miraron con compasión, eran de un color intenso, como si se tratara de una noche sin un lucero, los tenía empañados por lágrimas. Él siempre había amado esos ojos, tan oscuros y profundos, creía que a través de ellos podría ver el universo, la chica intento hablar pero se ahogó con su propia sangre, expulsando un poco por su boca.

- No hables nena, tranquila, lo solucionaré – intentó acomodarla mejor en su regazo pero ella se quejó, lágrimas de la chica comenzaron a ser más intensas, él la acercó a su pecho levantando su camisa presionando con más fuerza la herida que ella tenía en su costado, dándose cuenta que no un impacto, eran tres, era seguro que estaba teniendo una hemorragia, necesitaba hacer algo.

Al mirarla en aquella situación se le hizo un nudo en la garganta, su mente se negaba a estar ante aquella situación, en ese instante se echaba la culpa de que ella estuviese allí mirándola en aquel estado comenzó a recitar en su mente:
   Dios si estás allá arriba y me escuchas, sé que te he fallado de todas las maneras posibles, he sido el peor de los seres humano, lo sé,  lo reconozco, pero en este momento te pido solo una cosa, ayúdala, no la dejes morir, ella es todo lo que tengo, no se lo merece, haré lo que sea con tal que la dejes vivir, te daré mi vida entera de ser necesario, no te la lleves yo sin ella no soy nadie…

- Perdóname – habló la chica interrumpiendo su oración con un voz apenas audible – perdona todo lo que sucedió en estos meses, te quiero, cuídate, consigue una buena chica y se feliz.

- Calla nena, saldrás de esta, relájate y no hables – presionó con una mano fuertemente los orificios de las balas y con la otra la rodeo, miró alrededor en busca de algo que lo pudiera ayudar, aquel estacionamiento estaba vacío, el único medio de transporte era la moto en la que él había llegado, se habían ido, ¿Qué puedo hacer? Pensó. La moto era su única salida.

- Nena necesito llevarte a un hospital – trató de cargarla pero la chica ahogo un grito, una bala le había roto un par de costillas, se estaba desangrando así que él  con mucho cuidado la colocó en la posición que estaba.
- déjame – dijo entre sollozos.

El conocía de medicina, le habían enseñado lo suficiente en la milicia como para saber que por la posición alguna de las balas, estas debían haber perforado algún órgano.
     Las lágrimas de ella se hacían más intensas cada vez, respiraba dificultad; una parte de él estaba entrando en desesperación, en ese momento se estaba aferrando a la poca fe que le quedaba, estaba convencido de que algo tenía que pasar, sabía que había que había sido un imbécil, pero estaba convencido que Dios no lo podía dejar solo en aquel momento aunque también sabía que estaba haciendo el ridículo pensando en él en aquel instante después de todo lo que había hecho.

    Fijo sus ojos en los de ella dejando caer finalmente sus lágrimas no pudo aguantarlas más, aquella era la mujer de su vida, la chica con quien había soñado un futuro, ella le miró dándole una tierna sonrisa,  poso  su mano encima de la de él y con una voz apenas audible pronunció sus últimas palabras – perdónalo, no fue su culpa.

     Él la miró con una mezcla de perplejidad y rabia, sabia a quien se había referido, él era el culpable de la mayoría de sus desgracias, ella trato de sonreír pero su rostro quedó con una expresión inconclusa, se había ido.

Atrajo el cuerpo hacia sí hundiendo su cabeza en su cabello mientras la abrazaba, dejo caer las lágrimas dejando salir todo el dolor que sentía, después de tenerla unos minutos la colocó con mucho cuidado en el asfalto frio, se levantó, sacudió su ropa ensangrentada se dio la vuelta comenzó a caminar hacia su motocicleta, allí había dejado su corazón y sus sentimientos junto a la mujer que amaba; a poca distancia de su Davison volteó a mirar el cuerpo de la chica lanzando el mayor de sus JURAMENTOS.

- A ti te perdonaría todo, pero a ese bastado lo mataré.

Los años pasaron y la promesa que había hecho perduró, en muchas ocasiones había estado a punto de conseguir lo que se había propuesto, más el culpable siempre se escabullía, sin embargo él seguía aferrándose a la promesa, en cualquier momento lo cogería, sin importar a cuantos se tuviera que llevar en el camino, lo haría pagar cada una y con intereses.

JURAMENTO una venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora