El dúo perfecto.
Me gustaría decir que lo odio. Que lo sigo odiando como el primer día que escuché a los periodistas decir que mi madre era su nueva entrenadora. Ojalá pudiera volver a ese sentimiento de rechazo, donde me sentía superior y enojado. Ahora estoy debilitado.
No puedo decir que lo aprecio, ni que dejé de odiarlo completamente, pero cada día me gusta más estar con él. Me siento aliviado, libre, y relajado cuando estoy a su lado. Como si el Tenis no fuera lo principal. Y me agrada que los dos nos tomamos en serio los entrenamientos, los partidos, la rivalidad, y el deseo por rechazarnos mutuamente.
Él es más blando que yo.
No se molesta en odiarme, nunca lo hizo. Pero sí en mantener su distancia. En desafiarme. En hacerme mejor. En apuntarme como su único rival.
Anoche, cuando me acosté a dormir, luego de tener aquella charla con él, a pesar de lo cansado que me sentía, no pude dejar de dar vueltas en la cama pensando una y otra vez en él.
¿Por qué Slash está presente en cada segundo de mi vida? ¿Por qué pienso en él todos los días? ¿Por qué me causa ese efecto que nadie más me causa?
¿Por qué?
¿Por qué entre todas las personas del mundo, justo él tiene que agradarme?
No es justo.
No es justo para alguien como yo, que nunca nadie me agradó del todo, ni siquiera mis padres.
No es justo que... Slash haya cambiado mi punto de vista. Sobre él, sobre el Tenis, sobre la vida, sobre la terapia, sobre los Peaky Blinders, y sobre la rivalidad.
Quiero volver a odiarlo como solía odiarlo.
Ahora... Ya no estoy tan seguro si es «odio», creo que es solo deseo a ganarle de una vez por todas.
En fin, los dos nos encontramos en los pasillos del estadio, escuchando el balbuceo del público que gritan nuestros nombres. Sé que no tengo la mejor reputación últimamente, sé que casi todos me odian, pero estoy seguro que más allá de mi rechazo por hacer un juego fuera de la competencia, es una gran oportunidad para limpiar mi imagen. Y al fin y al cabo, será un domingo divertido.
Amo competir.
Amo la pasión del deporte.
Pero a veces olvido por qué aprendí a jugarlo: la diversión.
―¡Bienvenidos, Slash y Rose! ―gritó el locutor del estadio y ambos ingresamos a la cancha.
Las butacas están completas en su totalidad. Escuché que se vendieron a quince mil dólares cada una, un valor mucho más alto que cualquier otro evento deportivo.
Y sé que Slash quiere hacerse el frío, el distante, el competitivo, pero en el fondo le importa jugar este partido. Le importa que las personas hayan comprado las butacas de quince mil dólares. Le importa estar aquí, luchando por esos niños. Y le importa que yo me encuentre a su lado. No porque me aprecie, sino porque la publicidad que generamos juntos no la genera ningún otro dúo.
Tal vez todo esto tampoco me importe, pero puedo notar un cambio en el rostro de Slash desde el día que nos anunciaron este partido caritativo, y algo en mí se siente bien... De verlo así.
Mientras Slash y yo comenzamos a calentar, dentro del mismo sector de la red, noté a Sorum y Mckagan calentar del otro. En la tribuna, Jack y Roger comenzaron su programación en ESPN:
―¿Cómo te sientes, Jack, al ver los dos futuros gigantes del Tenis juntos?
―Nunca creí que estarían del mismo lado, honestamente ―respondió entre risas―. Pero, debo admitirte, Roger, que estos dos tienen una conexión especial que atraviesa el mundo de los deportes. En otras vidas, de seguro deben ser también un dúo importante.
―Sin dudas, Jack. Sin dudas. También del otro lado tenemos a Sorum, un gran tirador.
―De los mejores tiradores de los últimos años. Que, por cierto, está atravesando problemas amorosos después que su novia Jessica fuera encontrada con Edward Evans en una fiesta de desnudistas.
Dejé de escuchar cuando el partido comenzó.
El primer saque fue de Sorum – Mckagan. En un ida y vuelta donde Slash y yo nos comunicamos perfectamente, perdieron el punto.
El segundo saque fue nuestro, y mientras Duff se insulta con alguien del público, Sorum nos gana el punto.
Todo era risas, diversión y ánimo hasta que Sorum nos empató. Tanto a Slash como a mí se nos transformó el rostro. Es un partido solidario, de acuerdo, pero no nos gusta perder. Ni siquiera fuera de la competición.
El tercer saque fue nuestro, y para responder la pelota durísima que Sorum rebotó, fui corriendo hasta Slash y me subí sobre sus hombros con un salto inhumano que días después lo llamarían como «el salto anti-gravedad de Rose», hecho esto, partí mi raqueta al pegar el pelotazo más duro de mi vida.
Sorum no tuvo chance.
Slash me tomó de los muslos y me bajó hasta su cadera. Quedaron mis piernas rodeando su cintura, y los dos nos abrazamos a las risas mientras giramos por toda la cancha. Apoyé mi rostro sobre su sudado hombro y me dejé llevar en las vueltas de Slash. Él me abraza por toda la espalda, y puedo sentir su necesidad de querer demostrarme que hice algo inhumano.
Nadie del público puede creer lo que acaba de suceder.
Jamás, en la historia del Tenis, alguien había logrado esto. Ni menos en un partido solidario.
Me bajé de Slash y nos quedamos algunos segundos abrazados de los hombros, riendo e intercambiando palabras sobre cómo hice aquello.
Algunas cosquillas en mi estómago se hicieron presentes al alejarme de él. Fue un momento de adrenalina, excitación y emoción.
Tuve que cambiar mi raqueta para el cuarto saque, y tanto Slash como yo nos transformamos. Parecíamos haber nacido para jugar juntos.
«¡Duff haz algo!» gritaba Matt una y otra vez.
Y de repente, en uno de esos saques finales, donde ya teníamos el juego casi ganado, Slash abrió sus piernas y pasó por la pelota por en medio de ellas, la rebotó contra Sorum, cayó en cancha, y Matt no llegó a recogerla.
Ganamos.
Slash me abrazó un poco más tímido que hace un rato, y al cabo de algunos segundos nos separamos. Nos dirigimos hasta Jack y Roger, quienes nos esperan para entrevistarnos en la conferencia de prensa, y nos sentamos uno al lado del otro frente todas las cámaras y periodistas.
―Han hecho un increíble trabajo, chicos, felicidades ―dijo Jack―. De seguro que este partido quedará en la historia del Tenis, incluso cuando fue amistoso. Así que, doble felicitaciones por haberlo dado todo fuera de la competición.
―Gracias ―respondimos ambos.
―Ahora, mi pregunta es, dado lo increíbles que son juntos, ¿Hay alguna posibilidad que se anoten en competencias a dúo? Ganarían todos los trofeos, estoy seguro.
No di oportunidad a que Slash responda, me acerqué al micrófono y contesté:
―No. Ninguna posibilidad. Hicimos esto por el hogar de niños, y eso es todo. Cada uno volverá a entrenar para Roland Garros, como si nada hubiera pasado.
Pero sí pasaron muchas cosas.
Y no voy a admitir que desearía volver estar enredado en la cintura de Slash, con mis piernas rodeándolo, y mis brazos sobre sus hombros.
Aun puedo sentir la sensación de girar junto a él, mientras nos abrazábamos y el mundo desaparecía. Por un breve instante, olvidé que estábamos en un partido. Cerré mis ojos disfrutando aquel momento.
De repente, comprendí, que nunca podré volver a odiarlo.
Pero sí hay algo importante que noté en este partido y debo tomarlo en cuenta... Así como yo mejoré después de mi final con él en ABN AMRO, él también ha mejorado. Tal vez ahora me encuentre al nivel físico de la final de Holanda, pero no sé con qué especie de Slash me encontraré en Roland Garros. Se ha perfeccionado, ha entrenado, y hoy ha demostrado que esto solo fue un pre-calentamiento.
Creo que él notó lo mismo de mí, he mejorado.
Y ahora debo prepararme todavía mejor. Debo ganarle.
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Hasta el último set (Slaxl)
FanfictionHASTA EL ÚLTIMO SET. Siempre supe lo que tenía que hacer. De niño, de adolescente, de adulto y ahora. Jamás ni en un millón de años creí que conocería a alguien como él. Carismático, eléctrico, magnético, auténtico. Pero lo conocí. Acompaña a Axl R...