44. El resurgimiento III

149 23 33
                                    

44

EL RESURGIMIENTO III.

Con Slash corrimos hombro a hombro a través del asfalto de California, pisoteando los lugares altos y bajos de las calles, y luego de dos horas regresamos a casa. En las cuadras posteriores, un pequeño nerviosismo me apretó el pecho de solo pensar qué haremos cuando dejemos de correr. ¿Tendremos que hablar? ¿Realmente hablaremos? ¿Vamos a mirarnos a los ojos y despedirnos?

La respuesta no tardó en llegar cuando bajamos la velocidad al subir la vereda de mi casa y enfrentarnos a la puerta.

Estiramos un poco las piernas, haciendo pequeños ejercicios individuales sin siquiera mirarnos entre sí, y finalmente fui yo quien dio comienzo a la charla:

―Bueno, gracias por entrenar conmigo.

―Mañana vuelvo.

Asentí.

No me miró, solo se enderezó, se dio la vuelta y se retiró trotando.

No voy a fingir que me hice toda clase de película en mi mente el resto del día. Con Rybana continué practicando, ejercitando bajo agua, manteniendo la pelota entre la pared y mi raqueta, y jugando partidos enfrentados.

―Tengo una buena noticia para ti ―dijo ella casi sobre la noche, cuando estábamos cenando.

Y gracias que los bebés duermen, porque últimamente nos despiertan a cualquier hora de la madrugada.

―La marca «Rose» ya fue aprobada como una marca de ropa ―dice―. Mañana mismo podemos empezar a contratar diseñadores para las prendas deportivas.

―Sí, eso es buena noticia ―asentí.

Y por más maravillado que estoy con la idea de tener una marca propia de prendas, no puedo dejar de pensar en que faltan siete horas para que sean las cinco de la madrugada, y que Slash aparezca en la puerta de mi casa.

Nos recostamos temprano, aprovechando que los bebés continúan durmiendo, y mientras me tapaba con las sábanas, Rybana dijo:

―Estás demasiado feliz hoy. La última vez que te vi sonreír con tal magnitud fue cuando nacieron los bebés.

―Slash vino hoy, y vendrá mañana.

Rybana no respondió, pero sentí una sonrisa de su parte.

―¿Rybana?

―¿Sí?

―¿Cuándo es la Copa Nadal?

―Después de Australia Open.

―Me gustaría jugarla en mixtos, contigo.

―De acuerdo. Hay algo más. No quería decírtelo porque no sabía cómo ibas a tomártelo, pero ahora que lo nombras, te lo diré. Slash creó la «Copa Mckagan» en honor a Duff, y es la semana que viene.

¿Por eso Slash vino hasta aquí? ¿Para llevarme a la estúpida copa con tal de que genere publicidad?

―No imagines cosas que no son ―dice Rybana interrumpiendo mis pensamientos―. Slash no quiere presionarte, pero le agradaría que estuvieras allí... Sea jugando o de espectadores.

No respondí, me di la vuelta para dormir.


A las 4:30 me levanté. Me peiné y arreglé un poco las ojeras con base, respiré profundo y miré la ventana pacientemente hasta ver a Slash corriendo hasta mi puerta. Esperé que golpeara con sus puños, abrí la misma y salí de casa junto a él.

Hasta el último set (Slaxl)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora