33. Wimbledon III

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33.

Wimbledon III.

Nadal me invitó a una fiesta de medianoche en el pent-house del hotel, organizada por Novak Djokovic. Se supone que solo los mejores del mundo irán, y Novak habló con Nadal comunicándole que ya me considera uno de ellos.

En la pasada al ascensor, recogimos al tío de Nadal, quien vino desde España para ver a su sobrino brillar, y quién también fue invitado por Novak.

―Un gusto conocerte ―dijo Tony, el Tío, mientras el ascensor sube.

―Igual.

―¿Escuché que mi sobrino te entrena?

Nadal no pestañeó, se mantuvo serio y firme en medio de ambos.

―Sí, es un gran entrenador.

―Aprendió de mí ―sonríe orgulloso, siendo dos cabezas más enano de Nadal―. Aunque eso no bastó para que yo siguiera siendo su entrenador.

―Suficiente ―dice Nadal.

―Tampoco bastará para que tu sigas...

―Dije que es suficiente.

Me llamó la atención lo cortante y serio que es Nadal con su tío, como si no estuviera para nada cómodo a su lado.

Los tres salimos del ascensor al llegar al pasillo amarillento con varias puertas hechas de manijas de oro.

Caminamos hasta la puerta de Novak, donde reservó un piso entero para la fiesta, y fuimos recibidos por El Hermano Dorado.

El Hermano Dorado es un reciente tenista de diecisiete años que conmovió al mundo entero cuando en el medio de un partido vio a su hermana a punto de morir en la tribuna, dejó el juego a la mitad, sin importarle que Nadal se quedaría con sus puntos, y revivió a su melliza entre lágrimas y gritos.

Tiempo después nos enteraríamos que ambos hermanos tienen una conexión y comunicación inhumanamente imposible para cualquier otro dúo, y que ella hubiera muerto silenciosamente sin que nadie lo notara si él no hubiera sentido en el fondo de sus huesos que algo estaba sucediendo con su hermana.

Prince Waters, el Hermano Dorado, perdió el partido al interrumpirlo de aquella manera, y a pesar de la insistencia de Nadal por convencer al Juez que el partido debía seguir para darle una oportunidad al joven a recuperarse, de igual manera Prince aceptó perder Roland Garros en la tercera ronda.

Su hermana, Paris Waters, también es tenista, y es llamada la Hermana Dorada. Juntos, se los describe como «Los Hermanos Dorados», principalmente porque ambos tienen el cabello dorado, pieles pálidas y ojos azules, pero ahora se agregó que son almas gemelas, y comparten los mismos sentidos.

―¡Hola! ―dijo Prince con una sonrisa de oreja a oreja, y se tiró sobre Nadal para darle un fuerte abrazo―. Nunca te dije lo mucho que agradezco que nos hayas visitado en el hospital durante Roland Garros. Estabas a punto de competir la Final, y, preferiste visitarnos...

―Es lo mínimo ―asegura Nadal con otra sonrisa―. Te presento a mi colega, Rose.

Prince, quién hasta el momento solo había tenido ojos para Nadal, al verme quedó maravillado. Sus ojos brillaron sobre los míos y también se balanceó hacía mí para abrazarme como si me conociera de toda la vida.

―Hola ―dije casi ahogado en su abrazo.

―¡Eres uno de mis ídolos! ―respondió sin soltarme.

Los próximos minutos me saludé con varios tenistas tanto hombres como mujeres, e incluso con la liga de silla de ruedas. Todo fue muy divertido, llegué a emborracharme.

Hasta el último set (Slaxl)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora