Capítulo 17

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Capítulo 17.

El café estaba delicioso, miraba la televisión esperando que anunciaran el tiempo, me falta poco para irme a trabajar.

De pronto todo se oscureció, me sentí nerviosa y a lo lejos escuche sonar el timbre de mi departamento. La puerta se abrió, pero estaba segura que yo no la había abierto.

          - ¿Hay alguien ahí?

La luz volvió pero todo en mi departamento era un caos, mis muebles estaban rotos, mis plantas en el piso, las cortinas rajadas, comencé a respirar con dificultad.

Otra vez se fue la luz, ya no era nerviosismo, era miedo, terror.

Un dolor horrible se extendió en mi cabeza, caí al piso llorando.

          - No, por favor. No he hecho nada.

Alguien se reía, lo escuchaba, pero no lo veía. Intenté levantarme pero solo giré hacía mi lado derecho.

La luz volvió pero era cegadora, solo veía un par de zapatillas blancas, estaban un poco sucias pero llevaban estrellas.

Grité para que alguien me ayudara.

Alguien me levantó en brazos, la risa aun reverberaba en el lugar como eco.

Iba dando tumbos en el hombro de alguien, estaba desorientada, pero la luz ya no era tan intensa. La cabeza me iba a explotar.

Un cabello castaño largo apareció en mi vista, pero eso fue todo antes de volver a la oscuridad.

Desperté en la mañana, cansada como siempre.

Solo quería mi café cargado.

Emma me esperaba sentada en la mesa, tenía todo listo.

        - Vas a llegar tarde.

        - ¿Qué?

        - Que te has quedado dormida.

Mire el pequeño reloj de adorno que estaba en una mesita, casi me caí de culo al ver la hora, faltaban diez minutos para las nueve de la mañana, es decir, faltan diez minutos para que mi turno laboral empezará. Comencé a correr como loca por mi departamento.

        - ¿Por qué no me has despertado Emma.

         - Si lo hice, dos veces. Pero al parecer esas pastillas que tomas te dejan nocaut.

         - Hablaré con mi psiquiatra esta tarde, ¿puedes ayudarme, Emma? Deja de tomarte el café tan tranquila y ve por mi cartera.

Emma se reía como si fuera una niña traviesa.

Finalmente llamé a mi jefe para excusar mi impuntualidad y Felipe estuvo de acuerdo con que no importaban un par de minutos puesto que siempre hago horas extra de trabajo.

Corrí tan rápido como mis piernas podían sobre las botas y la lluvia que caía en Bourbon que casi tropiezo dos veces antes de llegar a la esquina del Banco.

Las puertas ya estaban abiertas para el público, así que se me hizo más fácil entrar y subir hasta el piso donde trabajo.

Iba llegando a mi oficina cuando algo me llamó la atención.

En una esquina, en el suelo de alfombras que debían ser blancas, pero eran de una especie de café, estaban las zapatillas blancas con estrellas que ví en el sueño.

No había nadie cerca.

Las miré hasta que me pareció que era un sueño hasta que alguien detrás de mí habló.

PerspectivaWhere stories live. Discover now