Epilogo

422 24 4
                                    

Cinco años después del la boda y romperle el corazón al amor de mi vida

Londres, la bella Londres. Se había convertido en mi exilio, mi nuevo hogar y mi nuevo comienzo.

Había terminado la universidad, con una especialidad en energías renovables.  Yo se que tenía demasiado dinero y una mina llena diamantes, con la puerta  de seguridad dentro de ella que no tenía ni idea de como abrir. Pero yo quería formarme mi propio legado, mi futuro y aprender de los mejores. Por lo que entre a trabajar para la empresa mejor especializada en energías renovables del pais, Dankworth Enterprises. Tal vez no cambiaría el mundo, pero aportaria mi granito de arena y empezaria desde abajo. Opté por tomar un perfil bajo, por lo que usaba el nombre de Morgan Adams. Sin más, sin menos.

Mi madre vivía en un pequeño pueblo cerca de Londres, a no más de dos horas de camino. Había decidido independizarme, por lo que me hice de un departamento decente al norte de la ciudad. Tenía dos baños, tres habitaciones y una bonita cocina, una sala con un equipo decente de sonido y un comedor para seis personas. No era lo más lujoso que verías en tu vida pero era algo decente.

Me encontraba cumpliendo poco más de cinco años en aquel mundo. Claro que no había tenido comunicación con los Hijos de Anfield por un largo tiempo o al menos con la mayoría de ellos, pero eso querido lector será una plática para otra ocasión.

¿Que si pensaba en Anfield? Si, todos los días. ¿En ellos? también. Pero más que nada evitaba pensar en uno en concreto. Uno de ojos grises, cabello negro como la noche, una sonrisa del diablo, besado por los dioses y de un metro, ochenta y siete. ¿Que si quería venganza? también. Había conseguido cierta información sobre el paradero de Los Elegidos y mi fiel compañero "anónimo" enviaba mensajes cada cierto tiempo con pistas sobre ellos. Desde el primer mensaje que me había enviado y sin respuesta ante mis llamadas perdidas y mensajes enviados, mi amigo "anónimo" se había convertido en las pocas cosas constantes en mi vida. Donde yo había optado por no dejar a la gente entrar a ella, mantener un perfil bajo, disfrutar de una botella de vino cada sábado junto a mi soledad.

Y la verdad era que me había convertido en una persona demasiado reservada, no tan social pero lo suficiente para planear cada punto de mi venganza, lo suficiente para no parecer la loca de los gatos de la oficina y lo suficiente para no levantar sospechas. Claro que todo esto había sido la larga y minuciosa preparación de una personalidad lejos de la mía, una máscara, un reflejo de lo que todo el horror y la ira me había convertido; una fanática del control que pensaba cada detalle de cada movimiento próximo, analizaba los perfiles de las personas, aprendí a leerlas, a ser una imagen para ellos, ser la imagen que yo quisiera. Mantenía a mi madre alejada, ella sabía sobre lo que tenía planeado hacer, no se interpuso pero tampoco me apoyó. Claro que no sabía los detalles del plan, no tenía que saberlos todos, sólo lo necesario.

Pero a veces planeas tan bien tu venganza, piensas en todo, cada detalle, cada posible error que no piensas en los imprevistos de la vida o las consecuencias de tus actos. En el karma que te espera por ser una arrogante,  hija de puta que no puede admitir cuando lo lamenta. Y si, el karma me llegó.

El karma me llegó una noche de abril, llovía. Había salido tarde del trabajo, así que solo llegué con una pizza en mi viernes por la noche acompañándola con una botella de vino. No tenía muchos amigos o apenas estaba acercándome a las personas, por lo que un viernes en la noche significa hacer este tipo de cosas. La vida de adulto con la que podía darme ciertos lujos. Llegue a mi apartamento, me quite los tacones que solía usar, saque mi camisa color tinto de la falda larga y lisa en forma de tubo de adornaba mis piernas, tiré de mi alta coleta dejando caer mi cabello largo, nunca lo había llevado tan largo y puse el reproductor de musica esperando alguna cancion que me hiciera olvidar mis demonios.

Y así vivía; amargada, llena de rencor y venganza. Ya no era la chica de dieciocho o diecisiete años que había dejado Anfield, era una mujer de veintitrés años, con un departamento y un plan en marcha. Mire la pared frente a mí, coloque el papelito con la dirección que había logrado capturar: Branfield Avenue código 6776008 viernes Mayo 9, 1900 hrs. Tome un sorbo de mi copa, dándole pequeños golpecitos.

Alguien toco a mi puerta, por lo que gire los ojos, tire de la alfombra persa que colgaba en la pared ocultando su contenido, ni siquiera intente arreglar mi aspecto, crei solo seria la paquetería con la ropa que había encargado. Abrí la pantalla que me daba acceso a las cámara  de seguridad de la entrada, me extraño el hombre con la sombrilla y la falta de uniforme de paquetería que vi en la pantalla. Mi repiracion se corto, mi corazon se paro por un segundo al ver a aquel hombre con un jersey negro que levanto el rostro. Presiono el intercomunicador.

-Tenemos que hablar.- Sus ojos grises se levantaron hacia la cámara por encima de él. Los recuerdos me abrumaron, a través de la pantalla sentí su mirada penetrarme, como siempre supo hacerlo. Su voz me hizo volver a la realidad, tragué saliva e inhale el aire que me faltaba. Presione el intercomunicador.

-Thomas.- Fue lo único que pudo salir de mi boca.

¿De qué hablamos? Bueno, eso te lo cuento a la próxima. Xoxo.




Fin. Ahveda.

Los Hijos de Anfield: El Legado (#2)  [Completa ✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora