Brístol, Inglaterra
Presente
La alarma sonó a las cuatro de la mañana y no se detuvo hasta sacarme de cama a las cinco. Pero no fue hasta la ducha, cuando realmente desperté, que los nervios me golpearon con fuerza. Aquél remolino se instaló en mi estómago mientras usaba el shampoo. Era común en mí ponerme toda loca e intimidada antes de hacer una presentación, no importaba para quién o cómo fuera.
Sólo gasté treinta minutos aseándome. Tenía un par de horas para llegar puntual a mi audición en Collingwood, usaría una de ellas preparándome y la otra llegando. No quería dar una primera mala impresión. Aunque la verdad era que Sad no me había dado una hora precisa para llegar.
Desayuné ligero con una bata, para no ensuciarme, cubriendo mi cuerpo; tostadas con mantequilla y melón en trozos. Vi CNN mientras comía. Saber las noticias internacionales solía hacerme sentir como una experta en cultura general, además de que me permitía entablar conversación sin dificultad. No era buena agradándole a las personas, tener un tema del cuál hablar era bueno para mi vida social. No era dulce, pero era inteligente.
Algún punto a favor debía tener.
Escuché mi buzón de voz tras fregar los platos y la tensión en mi cuerpo disminuyó inevitablemente. La voz de Patrick, calmada y optimista al decirme que me amarían, me tranquilizó más que los ejercicios de yoga que practiqué luego de vestirme. Él había llenado mi teléfono de lindas oraciones de aliento y amenazas mortales a quiénes les demostraría mis talentos.
El día anterior me había llamado al llegar a casa, disculpándose un millar de veces por no tener batería y haberse dejado el cargador. No me enojé con él, lo hice conmigo misma por haber dudado mínimamente. Por un momento, corto pero existente, me había sentido insegura con respecto a nosotros y enojada con él por no estar para mí. Fui injusta, sí. Me molestó que por dos únicos segundos no estuviera para mí. Y Patrick no lo merecía, no cuando era el que más esperanzas depositaba en nuestra relación.
Pero ya, rápidamente, estábamos bien. Su llamada nocturna fue suficiente para ello y escuchar su voz alentándome lo reforzaba.
Nos volvía a sentir estable.
Para saludar al sol había escogido una franelilla rosa palo por encima de mi malla y una licra negra. Era el mismo atuendo que llevaría para la audición, así que para estar lista sólo hizo falta que metiera los pies en mis zapatos deportivos y que cubriese mi torso con una chaqueta deportiva.
Estaba técnicamente preparada.
Llegar a Southville en autobús me sirvió para terminar con la enredadera que ascendía por mi esófago y que amenazaba con hacerme vomitar. No fue tan difícil como creí. Necesité de dos rutas. Una hasta Queen Square, irónicamente la misma que cogía para ir a mi anterior trabajo, y otra que me llevó al complejo laberinto de bloques. Fue un gran contraste. Se sintió como un antes y después. Ojalá en mejoría.
Encontrar la academia se me hacía cada vez más simple, me alegré de sobremanera cuando no necesité preguntar. Al entrar en el edificio no me crucé con bailarines, representantes o docentes en sus pasillos. Estaba desierto. Terminé subiendo las escaleras y tocando la puerta de la oficina en el segundo piso. Sad me abrió luciendo sorprendido y desorientado al tercer golpe de nudillos contra la madera. Tenía el mismo conjunto Adidas pero en otro color; morado.
Se frotó los ojos y se colocó los lentes para verme bien y poder reconocerme.
― ¿Marie?
Le di mi mejor sonrisa amigable.
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Deseos ocultos © (DESEOS #2)
Ficción GeneralTras una corta temporada bajo el mandato de una jefa irritante, Marie Van Allen encuentra trabajo de instructora de baile en un antiguo edificio de Brístol. Tras la tormenta piensa que ha alcanzado la felicidad, eso mientras que para Ryan la vida nu...