Estocolmo, Suecia
Pasado
Nigiri Zushi en el centro de Gamla Stan no resultó ser lo que maldije mientras estuvimos en el taxi. Para empezar los meseros no eran los típicos pingüinos, sino modelos asiáticos que además de servir ofrecían sus cuerpos como bandejas. Dicha solicitud era inusual en las mesas de dos, no me podía imaginar cenando con Marie con un esqueleto en medio, pero bastante común en las familiares dónde mujeres celebraban a lo despedida de soltera. La decoración, por otro lado, era más moderna que japonesa y el menú contenía comida normal.
―Por aquí, señorita. ―El sujeto que preguntó por la reservación entrelazó sus codos con los nuestros sin pedir permiso. La miré por encima de su cabeza. Ella solo sonrió aguantándose la risa. ¿A este lugar la iba a traer su cita? Yo no era Cupido, pero seguro pude haber escogido mil veces mejor―. Tengan ustedes. ―Nos entregó dos menús antes traer una silla extra. Esta era más pequeña que las nuestras y más alta. Pese a ser de niños un adulto cabría en ella. Quise saber quién traería a sus hijos a un restaurant Yaoi―. ¿Pedirán o esperarán a su acompañante?
―Pediremos.
―Esperaremos ―dijo Marie al mismo tiempo.
―¿Pedirán? ―El mesero levantó una ceja―. ¿O no pedirán?
―Arroz thai, por favor. ―Era tailandés; mucho mejor que el frito chino y no crudo―. Para beber... ―Miré a Marie con la seriedad que requería el poder que estaba a punto de transferirle. Saber qué haría con él sería significativo dentro de nuestra relación jurídica―. Lo mismo que pida la señorita.
―Henry. ―Me ofreció una mala mirada. La estaba obligando a no esperar al impuntual y eso la enojaba―. Lo siento ―se disculpó con el muchacho que no hizo otra cosa que alzar más la ceja―. Lo mismo que el señor para comer. ―Le guiñé y gruñó―. Y dos limonadas. Gracias.
―Ahora mismo. ―Se inclinó y desapareció.
―Pensé que no te gustaba la tailandesa.
―No me gusta. ―Suspiró―. Pero no me apetece otra cosa.
―¿Me vuelves a explicar por qué estamos aquí? Es obvio que no es ni por la comida, ni por la compañía ―le pregunté señalando la silla alta vacía―. ¿Es por los modelos? ¿Es eso? ¿Te gustan?
Su mirada ganó el premio del mal.
―Eres libre de irte.
No le contesté porque claramente no estaba de humor y no quería ser un intenso. Limité mi escrutinio a admirar el arco de su cuello, cortesía de la intimidad que nos otorgaba nuestra ubicación alejada. Carecía de marcas pasionales para evitar una castración. Ella, pese a que se removía con mi atención, decidió hacerse la indiferente y leer la carta de postres. Esa fue mi oportunidad para evaluar cada centímetro de su belleza. Estar molesta o amargada con el mundo no quitaba que para mí fuera la mujer más hermosa sobre él.
El brillo en sus ojos penetrantes, su cabello aún más oscuro, la palidez de su piel, la forma en las mangas de su enterizo acentuaban sus clavículas, sus labios rojos... era un sueño.
Temporalmente mi sueño.
A la decepción de que el despertar fuera inminente se le sumó la de nuestras bebidas. Cambió al darle un sorbo. Al parecer el alcohol no era lo único que podía quemar la garganta. El arroz también fue una elección que valió la pena. Me dio esperanzas. Quizás visitar Asia no sería tan malo, cualquier cosa podría llevarme leña para la fogata y un kilo de arroz en la mochila. Y a Marie con sus limones, por supuesto.
ESTÁS LEYENDO
Deseos ocultos © (DESEOS #2)
Fiksi UmumTras una corta temporada bajo el mandato de una jefa irritante, Marie Van Allen encuentra trabajo de instructora de baile en un antiguo edificio de Brístol. Tras la tormenta piensa que ha alcanzado la felicidad, eso mientras que para Ryan la vida nu...