Brístol, Inglaterra
Presente
Vinieron por mí a las ocho menos cinco de la noche. Entré en el auto de mi hermana sintiendo que aceptaba formar parte de una gran locura. Luz, tan embarazada como ella, nos acompañaba en el asiento trasero. Abas usaban la misma ropa del mediodía, lo que me confirmó que estuvieron haciendo cosas de esposa y madre después de que las dejé en la tienda. Las dos hablaron de sus futuros bebés de camino al pub, obviando de sobremanera la bolsa de papel junto a mí llena de lencería y artilugios eróticos que no debieron estar allí. Bajo ningún concepto usaría el látigo, el chupete gigante o el sostén de cocos dentro.
Absolutamente no.
―¡Bienvenidas! ―Uno de los guardaespaldas de Ryan, es decir, de su pequeña empresa de seguridad que consiguió su primer contrato con mi hermana, nos recibió―. ¿A quién tengo que guiar a los camerinos?
―A ella ―dijo Rachel señalándome―. Nos vemos dentro, Marie. Iré a asegurarme que todo esté bien. Te deseo mucha suerte. ―Se acercó a darme dos sonoros besos. Después empezó a alejarse arrastrando a Luz―. ¡Nos vemos al rato! ¡No dejes que te toquen!
Me vi tentada a responderle con mi dedo medio. Lamentablemente el sujeto me empujó suavemente al elevador dándome instrucciones de hacia dónde ir. Las seguí en el solitario piso subterráneo que me hizo temblar hasta que entré en el cuarto con probadores. Además de ellos había una banca y una repisa con lavamanos. Ahí dejé la bolsa tras sacar lo que me iba a poner, traje con el que luché por más de media hora para ajustarlo y apretarlo dónde debía ser ajustado y apretado. Al salir del probador no reconocí en el espejo. Estaba hecha una... una bailarina exótica. Mis curvas se marcaban con la tela de encaje negra. Mi piel, mis ojos y mi cabello, por otro lado, brillaban más con el toque de las plumas de pavo real. Me veía tan seductora y fascinantemente mujer como nunca.
Enredé el índice en mi liguero. La imagen en el espejo era tan surrealista.
Era la bailarina estrella del cabaret francés.
―La mataré ―murmuré pensando en Rach.
¿Por qué tenía que serle tan condenadamente leal?
Salí a eso de las nueve y media maquillada, perfumada y tambaleándome en tacos de veinte centímetros. Afortunadamente la carcacha del ascensor sirvió para un viaje en ascenso más. Mataría al dueño por no invertir en su negocio si hubiera tenido que subir las escaleras. Ayudé a Rachel a escoger el sitio para la despedida de soltero. Era caro. Fuera estaba lleno de mesas de mármol al estilo romano, con una pista hecha para la diversión de los inmortales y un escenario específicamente alumbrado para los dioses. Pero en lo que se refería a áreas para los empleados estábamos hablando de alcantarillas del submundo. Era una porquería en ese aspecto.
―¡¿Quién está listo para un poco de entretenimiento masculino?! ―oí decir al Dj de la reunión a través de los parlantes. La música estaba tan alta que mis oídos querían sangrar. Empecé a deshacerme de mi bata―. ¡Pues aquí está lo que todos quie...!
―¡Marie!
Ladeé la cabeza instantáneamente en dirección a su voz.
No podía ser.
Ryan se acercaba a mí pegando grandes zancadas que por poco hacían temblar el suelo. Su traje negro me dijo que estaba aquí en calidad de trabajo, pero su expresión molesta como el infierno daba a entender que el asunto era más personal. De cierta manera sus puños apretados a cada uno de sus costados y la chispa que echaban sus penetrantes ojos me recordó a cuándo solía mirarme bailar con Milo, mi compañero de escenario en el festival de Suecia, molesto por tener consideración con él y no aumentar de peso para que me cargase. Solo iba a bailar un poco. Si lo que le molestaba era el hecho de que pudiera enviar nuestros ensayos a la basura saliendo herida, este no era el caso. Andar en auto con Rachel era más peligroso que danzarle un poco a un objeto inanimado y sus amigos borrachos.
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Deseos ocultos © (DESEOS #2)
Ficción GeneralTras una corta temporada bajo el mandato de una jefa irritante, Marie Van Allen encuentra trabajo de instructora de baile en un antiguo edificio de Brístol. Tras la tormenta piensa que ha alcanzado la felicidad, eso mientras que para Ryan la vida nu...