Suecia, Estocolmo
Pasado
Esta vez no nos quedamos sin hacer nada en su apartamento. Esperé en la sala que se cambiara para ir a ensayar. Mientras tanto me entretuve fisgoneando en su computador. Se suponía que estaba revisando mi propio correo electrónico con mensajes de Gary por doquier, pero en su lugar jugué al solitario hasta que una ventanilla en la parte inferior de la pantalla llamó mi atención. No era el mensaje completo, pero sí un resumen de él con el nombre del emisor que desapareció a los segundos. No lo suficientemente rápido como para que no pudiera leerlo:
«De: Harry Stuart.
Asunto: Hola, belleza.
Marie, ¿cómo estás en Suecia? ¿Y si te visito? Me encantaría pasar un tiempo a solas contigo. Te... ».
Arrugué la frente. ¿Te amo? ¿Te extraño?
¿Te debo dinero?
―¿Qué haces?
Me estremecí. Su voz venía del pasillo. Cerré el portátil antes de que pudiera descubrir que de cierta forma espié su correo. Cuando la miré no pude evitar que el nombre Harry Stuart apareciera grabado en su frente como un tatuaje, ¿quién mierda era? ¿Una rosquilla como su compañero de baile? ¿Un admirador? ¿Un novio en Inglaterra que no mencionó porque nunca le pregunté si estaba soltera?
¿Debía preocuparme eso?
«No, claro que no», le respondí a mi subconsciente, valores y principios al recordar que esto entre nosotros era temporal y que ella no era un drama andante como otras mujeres que preguntan cada cosa.
Definitivamente yo no sería así.
―Eh... ―Me levanté pasando una mano por mi nuca―. Nada.
Entrecerró los ojos―. ¿Nos vamos?
―Por supuesto.
Tomé mi maleta y nos conduje hacia nuestro destino sin apartar mi mano de su espalda baja. Su ropa dejó de ser clásica para abrir paso a sus licras de baile bajo un abrigo de piel. Odié que su cabello estuviera preso dentro de una cola de caballo, pero amé la forma en la que sus pómulos y labios resaltaron a través de esto. En la Escuela de Ballet Eriksson nos dirigí al mismo salón en el que practicaba con Ginger.
No conseguí escapar de las miradas hambrientas de las niñas rubias.
―Henry, Dios ―murmuró cuando por fin escapamos de ellas―. ¿De verdad no puedes controlarlo? Es algo molesto a veces. ―Marie se sonrojó―. Digo, para ti debe serlo.
Le ofrecí una mirada sin entender―. ¿El qué?
―Las endorfinas.
Reí revolviéndole el cabello mientras entrabamos, lo cual la enojó y me costó una porción de piel que me arrancó de un mordisco. Agité mi mano. ¿Por qué siempre tenía que ser tan salvaje? ¿No podía ponerse nerviosa como las demás? Seguro no sería tan bonita si sí, pero tal vez así ella no daría miedo la mitad del tiempo.
―Pues no. ―Le guiñé empezando a estirarme―. El efecto que causo en los demás es irremediable e imparable. No hay un botón de apagado en eso.
Puso los ojos en blanco―. Suponía que dirías algo así, ¿no podías ahorrártelo?
―No. ―Sonreí atrayéndola hacia mí―. Quería saber si te molestaba.
―¿Querías?
―Quería ―afirmé.
―¿Ya no?
―Ya no lo necesito. Sé la respuesta. ―Encendí el reproductor―. Sé que sí.
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Deseos ocultos © (DESEOS #2)
Fiksi UmumTras una corta temporada bajo el mandato de una jefa irritante, Marie Van Allen encuentra trabajo de instructora de baile en un antiguo edificio de Brístol. Tras la tormenta piensa que ha alcanzado la felicidad, eso mientras que para Ryan la vida nu...